Si ahondamos en lo que ha supuesto la investigación plástica de la fotografía en las últimas décadas señalaríamos la obra del artista Darío Villalba (San Sebastián, 1939) como precursora de las actitudes estéticas que fusionan técnicas y mucho más. En su trabajo, como él mismo declara, «la pintura es fotografía y la fotografía es pintura». El artista, que ha expuesto por todo el mundo en museos tan prestigiosos como el MoMA, nos lleva de nuevo a reflexionar en torno al acto creativo y lo hace con una especial selección de obras que documentan la realidad fragmentada y porosa.
Se trata de Aquí, la quinta exposición individual del célebre artista en la galería Luis Adelantado de Valencia, muestra que puede visitarse hasta el 13 de junio. Algunas de las imágenes que vemos en ella fueron inspiradas por fotografías que Villalba tomó durante los años 80 en las calles londinenses.
Aquí presenta más de 40 piezas poco conocidas que plantean un sugerente camino desde la reinterpretación del pasado hacia una nueva visión en la que, como novedad principal, el artista retoma el color de los documentos originales de hace más de 30 años, combinados con delicados momentos en blanco y negro que conmoverán al público tanto si ya conocía la trayectoria del artista como si no.
Un beso inolvidable de más de dos metros en técnica mixta sobre photolinen bajo el título Agua doble (1995) encierra capturado el énfasis del deseo mostrando dos rostros aferrados con manos nerviosas. Chico. Nothing Hill Gate-Carnaval (2016) es una obra más reciente y de menor tamaño en horizontal, con la andrógina figura de un joven de mirada dulce y mandíbula prominente parado en medio del gentío. Así, también producida en 2016 en emulsión fotográfica es otra obra en la que vemos parte de un cuerpo, ahora sacando limones de una bolsa en un gesto cotidiano, aparentemente trivial. Cabellos despeinados, enaguas o faldas ajustadas que dejan entrever ropa interior vintage, flores, bolsas, bodegones improvisados y entrelazados.
El universo de este artista es tan rico que no podemos quedarnos en su superficie, ni resaltar unicamente su afán por unir pintura y fotografía. Las obras de Villalba son algo más. Su modo de abordar el rostro humano es impecable y decidido, todo parece casual y sin embargo hay una exquisitez que lo distingue, más allá del hecho de que su arte haya hecho historia. Su arte es, en realidad, historia en sí mismo, ya que, como decía Benjamin, la historia se descompone en imágenes, no en historias.
Contemplamos el pasado a través de los ojos del artista, que nos presenta narraciones cuyo final decide el espectador, lo inventa o lo intuye, completando la obra. Amor, dolor, culpa, redención, son conceptos siempre presenten en la obra del artista donostiarra que sigue cautivando con sus piezas, las cuales resultan ser curiosamente atemporales. Éstas revelan un perseverante interés por el ser humano, su comportamiento y su dimensión existencial, a saber, la extensa complejidad e inestabilidad de las identidades personales. El inmenso poder de la imagen se siente al contemplar las obras expuestas en la galería y es posible que se trate de una de las mejores muestras de la temporada, de visita imprescindible.
Villalba tiene obra en colecciones internacionales como la del Metropolitan Museum y el Solomon R. Guggeheim Museum (Nueva York) o la Colección AENA y la del Museo Nacional Reina Sofía (Madrid). Ha sido galardonado con diversos reconocimientos, entre ellos la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes en 2002 y el Premio Nacional de Bellas Artes en 2003. Todo un lujo volver a ver su trabajo en nuestra ciudad.
