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Anthony Pagden: "En el centro del mal están las pasiones del hombre, no la Ilustración"

Historiador y profesor de ciencias políticas, Pagden está considerado uno de los más importantes estudiosos de las ideas y mentalidades que surgieron a partir de la era de los descubrimientos

Anthony Pagden: "En el centro del mal están las pasiones del hombre, no la Ilustración"

La Ilustración, o el Siglo de las Luces, uno de los periodos históricos más importantes en cuanto promotor de la modernidad, ha sido cuestionada en las últimas décadas por destacados pensadores que han visto en ella la semilla de fenómenos como la globalización o la secularización de la sociedad occidental. El historiador Anthony Pagden la defiende a capa y espada en La Ilustración. Y por qué sigue siendo tan importante para nosotros (Alianza), un reciente e importante ensayo donde expone el resultado de esta última década y media de investigación.

Quién nos iba a decir, señor Pagden, que la Ilustración traería consigo la tan denostada globalización€

La «globalización», denostada o no, es antes que nada un fenómeno económico, cuyos orígenes hay que buscarlos en lo que Adam Smith llamó los dos «grandes acontecimientos de la historia de la humanidad desde la creación». Es decir, los viajes de Cristóbal Colón y Vasco de Gama. Es, sin embargo, una creación de la revolución industrial (y más recientemente, de la revolución informativa), y como tal tiene muy poco que ver con la Edad de las Luces. Es cierto que algunos pensadores ilustrados pensaron en el siglo xviii, de España a Dinamarca, en el poder pacificador, civilizador, del comercio, y uno podría argüir que el cosmopolitismo que es -yo he tratado de demostrarlo- la más distintiva de las características de las Luces, fue asistida por el comercio internacional. Aun así, yo no diría que el movimiento intelectual que llamamos Ilustración sea responsable de ello. Como advirtió Diderot, hay que distinguir entre el comercio que dio resultados «ilustrados» y beneficiosos del que tuvo raramente uno u otro motivo.

La Ilustración tuvo desde bien pronto sus detractores: no sólo el poder establecido, también los románticos, y por supuesto Leopold von Ranke y su escuela historicista. ¿Podríamos decir que cometió algunos errores de cálculo, que se excedió en sus intenciones?

He tratado las reacciones del Romanticismo (predominantemente alemán) a la Ilustración, como también sus herederos contemporáneos en los capítulos finales del libro. Parte de ello -y muchas de las reclamaciones que se le hacen, como hace usted en su pregunta-, era una creencia que persiste hoy en día -y que he tratado de refutar- que se basa en que lo principal de la Ilustración era la razón. Y esto está basado en una de las críticas de Kant. Pero aunque la razón jugó un papel crucial en lo que Kant llamó «crítica» a todo lo que siendo sagrado -religión, leyes para el gobierno así como la familia- pasó a llamar sujetos, esto sólo era parte de un proyecto más amplio. En el centro del mal no encontramos tanto la razón cuanto las pasiones del hombre. Como afirmó David Hume: «La razón es, y debe ser, sólo esclava de las pasiones». Lo que los ilustrados del xviii trataron de explorar fue cómo funcionan las pasiones, y de manera especial, cómo una de ellas -la que llamamos «simpatía», o «empatía»- mantiene las sociedades cohesionadas, desde Tierra del Fuego a Alaska. La empatía, la capacidad que tengo para sentir el sufrimiento del otro, quiere decir que nadie puede imponerme nada que yo no quiera imponerme a mí mismo. Este es el único derecho incuestionable que tienen los seres humanos. Sobre él se basó la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Esto también hizo posible poner en marcha un orden mundial, un objetivo humano común, y sin embargo diverso, en sus manifestaciones individuales. Para mí, esto último nos permite aceptar la idea de justicia universal. Por último, no creo que el positivismo que asociamos a Ranke (o Comte) pueda ser considerado como una suerte de anti Ilustración.

En el otro lado de la balanza, la Ilustración ha promovido valores que alientan la verdadera democracia.

¿Qué balance hacemos, pues, de su herencia?

Más allá de que estemos tratando con universales -algo que nos reprocharían los ilustrados-, hay que decir que la democracia no fue un producto de la Ilustración. Y sin embargo, tampoco habría sido posible sin ella gracias a determinados aspectos de ésta. Como señala Kant, lo se que dio en llamar «republicanismo representativo» era la única manera de asegurar que las consecuencias de la decisión del legislador fueran seguidas por todos, incluido él mismo. Detrás de esto residía el derecho moral basado en que todos compartimos una mínima identidad común, y por ello estamos en condiciones de determinar las acciones del legislador. Es cierto, además, que desde el «triunfo de la democracia» a partir de 1945 resulta inconcebible que un país democrático declare la guerra a otro.

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