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Poesía humanista y solidaria

Lejos de la poesía social y al margen del yo, el gran cacique de la poesía contemporánea, cabe una escritura que pregunte por los otros, por lo común humano

Poesía humanista y solidaria

De los poetas comprometidos sabemos poco: nos encadenamos al fácil vínculo de lo hedonista, de ese amor cambiante que nos lleva libres por el campo abierto de los deseos. Pero ¿qué ocurre con los campos cerrados?, ¿qué pasa con esas alambradas que nos cierran los deseos y que no están en los límites internos de las personas, sino en lo exterior, en la imposición real de un mundo coartado por fronteras y muros discriminatorios? Sin duda, necesitamos despertar de ese velo engañoso que nos brinda el egoísmo, la comodidad que nos provocan nuestros propios problemas. Eso es: nos preocupa nuestro medio centímetro, ponerle alambres a las necesidades de los demás, porque no queremos que sus voces, alarmantes, solitarias, abandonadas a su suerte, no nos molesten tanto como para no poder conciliar nuestra placentera vida cotidiana, tan protegida por ese 0,7 % de nuestros impuestos que podemos donar. Pero el poeta jienense José Cabrera Martos, en un alarde de madurez personal y poética incalculable, se niega a aceptar este orden de la discordia social. Su imprescindible poemario, titulado Manumisión, no quiere sacudir nuestra conciencia, sino tensarla, hacer que dialogue con nosotros, que la escuchemos y que nos escuche, porque en la voz de uno pueden caber todos los que viven en un silencio más cruel aún.

Y es que es difícil encontrar un libro mejor escrito y que trate todos sus temas con una visión tan comprometida con la solidaridad humana. Qué difícil no caer en la pedagogía emocional o en el síndrome del justiciero. El poeta salva todas las situaciones con un estilo de primer nivel: fluidez rítmica, palabras que siempre suenan a ser rosas precisas, casi juanramonianas, contundencia figurativa, sencillez y diseño estructural perfectamente pensado. Con un precioso poema prólogo, y un total de 21 poemas, divididos en otras tres partes, de cada siete poemas cada una, donde el número siete parece centrarnos en lo cíclico, en lo cumplido, en ese renacer-morir que vivimos cada semana, cada mes de cada año. Porque Cabrera Martos no nos expone una situación aislada, ni una injusticia desclasificada, sino que se trata de un sentir permanente, de una corriente que nos ha llegado hasta el ombligo y que amenaza con convertirnos en náufragos egoístas en esa huida ciega que hacemos por un instinto de supervivencia que consiste en hundir a los demás para poder respirar nosotros.

La verdad es que se necesitaba un libro como este, con urgencia. Y el movimiento Humanismo Solidario, al que pertenece el propio poeta, parece tenerlo bien claro en sus intereses y sus respuestas, pues el compromiso solo conoce de solidaridad y no tanto de ideología, aunque quieran que sea lo contrario. Y digo que era necesario porque el yo, ese gran cacique de la poesía contemporánea, da paso aquí a un ellos y un nosotros que está muy lejos de la famosa poesía social de mediados del siglo xx. Es un libro que te habla (sí, te habla) de la alteridad como respuesta, de lo común humano como pregunta. Y es ahí donde a veces el silencio y la soledad se nos presenta, súbita y feroz, ante nuestros ojos. Pero ahí está la familia, el hogar perpetuo que es el amor constante a quienes te rodean, como salida airosa de esa pobreza que nos envuelve, con sus miserables actitudes de sordera, ceguedad o aislamiento con respecto a los demás.

En medio de esta terrible batalla ética y emocional, el poeta también sitúa a la propia escritura bajo análisis: llegar no basta, alcanzar el tacto del papel, tan blanco y tan oscuro al mismo tiempo, no es suficiente para salvar el mundo y salvarse a sí mismo. Un poeta, entonces, no solo es un hombre o mujer de letras, sino de acción, de experiencia, de iniciativa. Y es ahí donde realmente forja su escudo y su espada rebelde, insumiso, libre. Entonces, este poemario es, en verdad, una liberación, un canto a la sombra atrapada por las rejas del día a día: una emoción que salta la férrea barrera del olvido, la telaraña del tiempo devorador, ese que su intenso lenguaje simbólico trata de romper con el filo de sus versos. Se trata, en definitiva, de un libro que nos reconcilia con demasiadas heridas invisibles que nos hacen daño a diario, desde la consciencia o desde lo inconsciencia.

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