Pese a los 21 años, ser delantero centro de su equipo e internacional absoluto, no lo ha tenido nada fácil. Una mala noche se llevó a su padre, eso sí, muy orgulloso tras ver cumplido el sueño de ver a Paco presentarse con el Valencia en Mestalla.

Esa tragedia, cuando estaba a punto de alcanzar la mayoría de edad, junto con la desconcertante cesión al Getafe hicieron un futbolista más maduro aún. Pero gracias a su afán competitivo y al esfuerzo de su entorno, en especial su madre y sus agentes, Alcácer es uno de los delanteros con más proyección de Europa. Se ha quedado en casa porque ha querido (tenía, tiene y tendrá ofertas para irse), pero alguien le dijo que lo más importante para que un jugador triunfe es sentirse feliz y querido. Un gesto que reconcilia con el despersonalizado fútbol global. Podría jugar en cualquier equipo y sin embargo ha preferido el suyo. Un valencianista escogido, que nunca teme a la competencia, pues vive para jugar y golear. Pero sobre todo es un buen tipo.