Estábamos en pleno mes de agosto de 1999. Héctor Cúper se estrenaba como entrenador del Valencia. Era la previa de la Liga de Campeones. No se veía en una de esas el equipo de Mestalla desde 1971, cuando el Ujpest Dozsa húngaro truncó muy pronto las aspiraciones valencianistas. Y, curiosamente, el camino no empezó ni siquiera en Europa. Fue en Asia, concretamente en Haifa (Israel). Los goles de Farinós y Claudio López prácticamente sentenciaron una clasificación a la que no se dio tanto bombo como a la lograda en Mónaco el martes. Tal vez, todavía no existía la conciencia de la importancia que tenía esta competición. En la vuelta contra el Hapoel Haifa tan sólo 23.100 espectadores acudieron a la cita.

Con el primer sorteo de grupos, el valencianismo empezó a darse cuenta de dónde se estaba ubicando. En suerte, tocó el grupo de la muerte, con Bayern de Múnich, PSV Eindhoven y Glasgow Rangers? y el Valencia salió muy airoso, clasificado a falta de una jornada y líder. En la siguiente ronda, otro dificilísimo grupo con el campeón Manchester United, la Fiorentina del «malquerido» Mijatovic y el Girondins. Aunque se pasaron muchas más dificultades, los de Cúper se plantaron en cuartos. Y, entonces, se soñó. Goleadas a Lazio y Barcelona. Final en París contra el Real Madrid? que se tornó en pesadilla, pero en un motivo más para volver a intentarlo una y otra vez.

En esa primera participación, el Valencia llegó a ser el gran favorito en la previa de la final. Al inicio del torneo, a nadie se le hubiera ocurrido aquello. Incluso se hacía difícil que Barcelona o Real Madrid llegaran a tal cota en años en los que los equipos italianos, alemanes e ingleses copaban los títulos. Y no sólo eso, un año después se repitió final? con desenlace más trágico aún en Milán.

Ahora, en 2015, nadie cuenta con el conjunto de Nuno como uno de los favoritos. Pero ahí está, entre los 32 mejores, y con la intención de competir hasta el final. Por cierto, ¿Milán no le debía una al Valencia?