Dani Parejo le da vueltas a por qué el amor/odio que Mestalla le profesa. Hacia él, la afición no tiene paciencia y eso le trae de cabeza. La satisfacción por la victoria y el gol anotado no le hacía ayer sonreír. Andaba, en el día después, «tocado». Quizás por ello, sus compañeros trataron ayer de arroparlo para hacerle olvidar el mal momento vivido. «Alucina», cuentan. Y eso que, desde que llegó, Mestalla lo ha cuestionado y él convive con el murmullo.

El madrileño sabe perfectamente lo que es sentirse señalado tras una pérdida pero también ovacionado por una recuperación, un pase o anotar un gol. Sin embargo, ante el Málaga fue diferente. Se sintió mal y en la vuelta al trabajo lo evidenció.

En el vestuario extraña que, además de castigar al capitán por los errores cometidos, la grada se ensañara con él cuando fue a lanzar el penalti. El episodio, inédito, fue motivo de comentario entre sus compañeros. Insólito y surrealista fueron algunos de los términos utilizados para valorar lo ocurrido. «Que en el momento de lanzar un penalti, que es cuando un jugador más concentrado debe estar, escuchar que la afición corea el nombre de otro compañero cuando tu esperas su apoyo debe ser duro», compartía un futbolista que incidía que «nunca» había vivido algo parecido. «No es bonito que la afición cuestione todo lo que hagas y esté esperando a que falles para castigarte porque, indirectamente, eso condiciona», reconocen desde el equipo. Curiosamente, la efectividad en los pases de Parejo (83%) fueron similares a los de André (85%).