La estampa final fue dantesca. Cojeaba Alcácer, que se había torcido la pierna izquierda minutos antes, y ejercía de capitán arrastrando a sus compañeros al círculo central para aplaudir al público. Mestalla respondió inmisericorde con una pitada llena de ira. La cólera de una hinchada a la que le prometieron un fútbol de altos vuelos («la mayor transacción del fútbol mundial», te acuerdas, Amadeo) y se encuentra con un equipo de medio pelo, incapaz de competir ni con los rivales más humildes de España. Las Palmas tiró de orgullo y de la técnica inacabable de Valerón para ponerlo contra las cuerdas en esta eliminatoria de Copa. Alcácer, capitán y referente, no es sufiente en un equipo lleno de carencias. Si se compara este grupo con el campeón de Copa de 2008, basta recordar la nómina de jugadores de aquella época: Villa, Silva, Mata, Morientes, Baraja, Marchena (y estaban apartados Cañizares Albelda y Angulo).

En un ambiente relajado en Mestalla, sin la excusa de la hostilidad y el bloqueo de la Liga, el Valencia descubrió todas sus miserias. La presión descompasada en campo contrario, los pases descontrolados y la falta de desborde y de precisión. El plan de Gary Neville, si tenía alguno, solo funcionó en los primeros minutos: Rodrigo robó el cuero en la salida defensiva amarilla y cedió a Alcácer para que encarara a Lizoain con toda la ventaja. El delantero valenciano debió picar la pelota, pero prefirió colocarla a un lado y se topó con el cuerpo del meta.

Alcácer estrenaba capitanía en gesto del entrenador para reactivar anímicamente al grupo después de que Parejo hubiera abdicado del brazalete en las últimas jornadas. El problema es más profundo y a la vez más sencillo. Por mucho que se empeñen este entrenador y el anterior (Nuno), a esta plantilla le falta entidad. Salvo Alcácer y Gayà, el resto apenas podría asomarse a un Valencia de otros tiempos, ahora que se apodera la nostalgia al recuperar imágenes de Vicente, de Marchena o Baraja. Valerón, a sus 40 tacos, tiene más clase que todo el centro del campo valencianista. Ellos, chavales como Zahibo y Danilo, no tienen culpa. Simplemente no están preparados. El mediocentro francés, además, tuvo la mala fortun de cabecear cruzado hacia su propia portería, superado Ryan por la sorpresa de ver a uno de los suyos rematándole a gol.

La segunda parte transcurría lánguida, al ritmo de Valerón, cuando Neville pidio a Voro que avisara un chico del banquillo, quien, a su vez, debía avisar a De Paul y Cancelo, en el córner opuesto, del cambio. Burocracia de banquillo. El caso es que Piatti, al ver el cartelón de De Paul para suplirlo, trató de resarcirse de su calamitosa noche con una jugada individual. De esa arrancada nació el empate. Parejo, silbado instantes antes, cedió el balón a Alcácer al borde del área y este resolvió con un tiro cruzado.

El estímulo del gol, sin embargo, tampoco sirvió para lanzar al Valencia. Mejoró Parejo, más atrevido que en las últimas fechas para tratar de desequilibrar con un pase o un regate, De Pal le dio algo de picante al interior izquierdo , pero Negredo apenas entró en juego. Fracasó Cancelo como interior derecho y Las Palmas siguió tocando su música caribeña. Neville, al menos, podrá pensar que Abdennour, tras haberse entrenado «como una bestia», defendió sin flaquezas. Claro que enfrente estaba Las Palmas. Y la igualdad en el marcador y en el juego deja en muy mal lugar al Valencia.