Voro dio ayer con una de las claves para que el Valencia recupere su normalidad de equipo grande: volver a ser fuertes en Mestalla. «Tenemos que conseguir que Mestalla sea un campo difícil para los rivales», señalaba el técnico valencianista, en una afirmación que puede sonar a obviedad, pero que está cargada de razones y de estadísticas inquietantes. En 2016 el Valencia cerró su peor año de toda su historia como local, al ganar en Liga únicamente cuatro partidos ante sus aficionados. Cada comparecencia en Mestalla se convirtió en un ejercicio de sufrimiento, en la principal base de todos los males del equipo.

Fue tan acusada la crisis como local que la trayectoria en Mestalla acabó tomando forma de desarraigo social. Voro se ha planteado que los equipos visitantes «tengan que sudar mucho si quieren sacar algo positivo de nuestro estadio». El primer paso se dio contra el Espanyol. La victoria y la imagen sólida, de bloque dominador, que el Valencia desplegó durante varias fases del encuentro, ayudaron a conectar con la grada. A pesar de haber padecido un año con alegrías pírricas, la afición se engancha con facilidad a los momentos de buen juego y durante 2016 apenas bajó su media de asistencia al campo. La visita del Eibar „que fue el único equipo que no fue derrotado por la mínima el año pasado„ debe ser otro peldaño más para recuperar respeto, la imagen de feudo intimidatorio.

El Valencia solo consiguió un 30 % de los puntos posibles que se disputaron en Mestalla. Un total de 13 de los 17 rivales que visitaron el estadio lograron puntuar. Diez equipos consiguieron la victoria y cuatro lograron empatar. En solo un año, el Valencia dejó de sumar un total de 30 puntos como local. De los 46 puntos de 2015 con Nuno Espirito Santo en el banquillo a los únicamente 16 que se repartieron entre Gary Neville, Pako Ayestarán y Cesare Prandelli, con los intervalos de interinidad de Voro.