El Valencia volvió a las andadas en Mendizorroza en un partido en el que, como confirmaba Carlos Soler, certero en la autocrítica, no caben excusas como el cansancio. El intento de Voro González de gestionar los esfuerzos de una plantilla que debe jugar cuatro partidos en nueve días acabó en un encuentro en el que los momentos de superioridad del Valencia fueron breves y retóricos, con una mayor posesión que no fue a ninguna parte, sin chutar a puerta. Tocado físicamente y sin el punto de tensión emocional del último encuentro contra el Real Madrid, la victoria fue para el Alavés de Pellegrino, justo ganador. Fue un equipo más pragmático y decidido en la búsqueda por los tres puntos. A pesar de las limitaciones exhibidas por el Valencia, con un fondo de armario en el banquillo que volvió a evidenciarse como pobre, los blanquinegros tuvieron en su mano el triunfo con el gol de Soler. Hubo la posibilidad, tras un partido discreto y sin alardes, de amarrar el desenlace. Ni por esas. En ocho minutos el Valencia lanzó por la borda el partido y entregó en bandeja el partido al Alavés. Más que la derrota, preocupa la señal que deja el duelo: sin un compromiso pleno, este equipo vuelve a confirmarse como ramplón.

El Alavés, que solo había ganado dos partidos en su estadio, siempre tuvo la iniciativa. Nada más saber las novedades de la alineación presentaba Voro, Pellegrino intuyó por dónde tenía que morder su equipo. Volcó el juego sobre la derecha, donde Toquero superaba a Siqueira y comenzó a servir centros. Por ese flanco llegó el envío rematado por Ibai en el minuto 7 y desviado por Diego Alves. El otro argumento local fue adelantar la presión para agobiar la salida defectuosa de pelota de Abdennour. Al Valencia le costaba mantener la pelota y, solo a partir del minuto 17, con una llegada de Carlos Soler desde segunda línea, los visitantes se sintieron cómodos. En ese momento el Valencia se hizo dueño, entonces, del balón. Apareció Parejo para dirigir el partido, se asoció con Soler, intervino un Orellana hasta ese momento desubicado en la banda, haciendo las funciones del lesionado Nani. No era el día de Zaza, que chocó una y otra vez con la vigilancia de Laguardia.

La primera parte acabó con Mendizorroza enfrentado a Melero López, que resolvió un par de amagos de tanganas con tres tarjetas para los alavesistas. En el segundo acto, los locales seguían oliendo la sangre por la banda de Siqueira. Nuevo centro de Toquero, Manu García se adelanta a Abdennour, pero Alves rechazaba el disparo a bocajarro. Posteriormente fue Sobrino, atacante de refresco, el que retrató en carrera al lateral brasileño y al central tunecino. Alves evitó, de nuevo, males mayores. A Voro se le achacó que tardó en mover el banquillo, con jugadores ya completamente agotados como el caso de Munir, ayer superado en casi todas las batallas por Theo. El extremo hispano-marroquí fue retirado para dar entrada a Enzo Pérez y recuperar el dominio en la pugna por el medio campo.

Llegó entonces la jugada aislada, el guiño del destino, de la falta provocada por Orellana que dio origen al 0-1. Parejo pateó un balón que desprendía veneno. Colocado, con efecto, fuerte. Entre Pacheco y el larguero evitaron el gol, o solo lo aplazaron. Carlos Soler, el único que siguió el curso del balón, empalmó el rechace casi sin ángulo para poner por delante al Valencia. En un mediodía de fútbol discretísimo, el regreso del mediocentro canterano fue la mejor noticia. Siempre bien colocado y ofreciendo soluciones, juega con intuición de veterano.

El gol era un premio valiosísimo para el Valencia, quizá excesivo. Era la oportunidad de convertir un partido sin alardes en un triunfo, el tercero seguido, con lectura autoritaria y esperanzas de media tabla. En vez de adormecer la posesión, de imponer la calidad, el Valencia se dejó llevar por el juego vertical del Alavés. Ibai encontró la recompensa a su perseverancia en un disparo en el que dejó plantada a toda la defensa valencianista. Era el minuto 77. En el 86, ante la pasividad de un Cancelo clavado para tirar el fuera de juego, Katai se permitía tumbar a Alves antes de definir a placer y devolver al Valencia a su habitual definición mediocre. Para colmo, Orellana fue expulsado.