En 1923 se iniciaron los preparativos para el día de la Coronación de la Virgen de los Desamparados. Previamente habían tenido lugar diversas reuniones con objeto de programar los diferentes actos, entre los que se encontraba el proyecto principal: dotar a la Patrona con una corona realizada para tan soberbio acontecimiento.

Fue encargada a uno de los orfebres más importantes de la ciudad: José Sugrañes. Esta familia de joyeros ya se hallaba establecida desde el último tercio del siglo XIX en la desaparecida calle de Zaragoza. A principios del XX trasladaron el establecimiento y obrador de joyería a la calle de la Paz, 18.

Sugrañes había destacado por ser autor de un tratado para joyeros y plateros: Del oro y sus aleaciones (1909), obra en el que este artífice desarrolló sus amplios conocimientos sobre el arte de la orfebrería. La había concebido para fomentar la fabricación de joyas en España y también para que sirviera de gran utilidad a los profesionales de la materia, una especie de guía entre magistral y práctica. La obra la dedicó al Gremio Colegio de Plateros de Valencia y, tal sería su éxito, que tuvo que hacerse una segunda edición en 1917.

Para la construcción artesanal de la corona contó con la colaboración de otro gran orfebre, Vicente Navarro Remi, menos conocido pero todo un profesional en este difícil arte.

Ante el llamamiento popular muchas familias valencianas hicieron donaciones en metálico y en joyas (se calculó que pasaron de los dos mil donantes). Con todo el material los orfebres se pusieron manos a la obra y salió una de las piezas más admirables de la orfebrería valenciana de principios del siglo XX. Llevaba engarzados 4.835 brillantes, 3.082 piedras rosas, 656 perlas, 16 esmeraldas, 7 amatistas, 8 topacios, 4 ópalos, 60 medias perlas y 5 zafiros, formando un total de 8.673 piedras preciosas.

Después de seis meses de trabajo quedó finalizada la corona. Sugrañes la expuso en su establecimiento y fueron muchos los valencianos que formaron cola para contemplar esta rica obra, fiel reflejo de los grandes orfebres que siempre existieron desde la Valencia gremial. Las crónicas dejaron vestigios de la gran afluencia de público agolpado frente a la joyería. El popular joyero, que siempre manifestó lo orgulloso que estaba del resultado de este importante y artesanal trabajo, para complacer a sus amigos y clientes, encargó varias copias fotográficas realizadas a la corona por el prestigioso Antonio García, suegro de Sorolla.

Entre los festejos de la coronación pontificia figuró una cabalgata histórico-artística que se celebró el 19 de mayo. Para la ocasión se construyeron atractivas carrozas entre las que destacó La Corona de la Virgen que representaba, en grandes dimensiones, la reproducción fidedigna de la magnífica joya.

Por otro lado, como habían aumentado las donaciones de alhajas, se pensó en construir también un nimbo o resplandor realizado de oro y piedras preciosas que sirviera de complemento a la corona. Pero al joyero Sugrañes no le daba tiempo a realizarla. Entonces se encargó a Manuel Orrico, otro de los grandes artesanos de Valencia especialista en orfebrería religiosa que entonces tenía su taller en la calle de Zaragoza, 14. Así se hizo la aureola de oro de 900 quilates y más de cuatro quilos de peso gracias, otra vez, a las monedas y joyas donadas por los devotos.

El 21 de julio de 1936, con motivo de la contienda civil, desapareció la corona y posteriormente la aureola. Después de la guerra se decidió reponer la corona y se ofreció la donada por Vicente Marín, que era de plata, y se doró con el oro que facilitó Rafael Torres. En ella destacaban cuatro esmaltes con las imágenes de San José, San Vicente y San Rafael, patronos de los donantes. También estaba representada la Virgen del Carmen titular del barrio de este nombre, por ser precisamente en la calle Alta, 57 donde estaba enclavado el taller de José David, el orfebre que de la construyó. Pero también la desgracia se cebó con la nueva corona ya que fue robada una noche de agosto del año 1945.

Por otra parte, ya se había encargado a los hijos de Sugrañes una réplica de la que llevó la Virgen en la solemne Coronación de 1923. De nuevo se había contado con una nueva aportación, esta vez espontánea, de joyas y monedas.

El día de la Virgen de los Desamparados de 1941, en la plaza de su nombre, el arzobispo Prudencio Melo coronaría nuevamente a la Patrona con la actual joya, esta vez, compuesta de 2.670 piedras preciosas.

Tan sólo un pero. Todo esto se producía en una posguerra de penuria económica y una obra rica en esmeraldas, perlas y brillantes, no se convertía precisamente en el ejemplo a seguir debido al momento que se vivía. Pero pudo más la devoción.

* Investigador y bibliófilo.