Hasta ahora el sistema que seguía el ayuntamiento para controlar la densidad de palomas y el resto de aves en la urbe consistía, fundamentalmente, en realizar capturas diarias. Este procedimiento permite atrapar ejemplares adultos (aproximadamente 18.000 ejemplares al año) gracias a la utilización de trampas, sobre todo una red de la que las aves no pueden desasirse y que las llevará irremediablemente a ser sacrificadas.

También se intentan vigilar el mayor número posible de nidos, para capturar los pollos y huevos, lo que impide la proliferación de los ejemplares al abortar la eclosión de buena parte de los huevos que ponen.

Ambos sistemas siempre han resultado efectivos, pero según las autoridades, ya se quedan cortos porque el principal problema es la sobrealimentación de los animales. "La naturaleza es más sabia que nosotros", declara Javier García Gans, del centro de Viveros. Por eso, ahora también optan por la suelta de halcones peregrinos, que consumen una media de 300 palomas al año cada uno, y la construcción de palomares ecológicos que se han colocado por toda la ciudad.

Desde el Ayuntamiento de Valencia advierten que la mejor forma de regular naturalmente el exceso de población de todas las aves-plaga, sobre todo las palomas, es no alimentarlas.

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Las "ratas del aire", como popularmente se llama a las palomas, siempre han sido las reinas por excelencia del cielo valenciano, hasta el punto de alcanzar ya dimensiones de plaga: más de 30.000 ejemplares pueblan los tejados, parques y plazas de Valencia. Aunque ya no son las únicas protagonistas. En los últimos años, las aves-plaga han ampliado sus horizontes a otras especies que se pueden ver en lo alto de árboles y edificios.

Además de las miles de palomas, 15.000 tórtolas turcas, 100.000 ejemplares de estorninos pintos, cientos de gaviotas y unas pocas cotorras y loros de diferentes especies van poblando poco a poco la zona del marítimo, los parques, plazas y todo el casco histórico de la ciudad. El número de estos animales en Valencia sigue creciendo pese a que el ayuntamiento promueve diferentes actuaciones de control de la población de todas las especies por medio de los operarios de la empresa valenciana Estudi Verd.

Tal como afirma Paco Catalá, responsable de Estudi Verd, empresa que presta servicio al Ayuntamiento de Valencia, "lo fundamental es que la gente no alimente a las palomas. Si se sigue haciendo no importa las que nosotros capturemos, porque se seguirán reproduciendo más de lo que deben. No es normal que hagan 4 o 5 puestas al año. El clima y el exceso de alimentos son los responsables de la superpoblación que estamos sufriendo".

"Prohibido alimentar palomas"

Y es que hay muchas ciudades españolas que ya tienen una ordenanza que prohíbe la alimentación de paloma con sanciones de hasta 150 euros. "Aunque en Valencia todavía no existe esta norma, es muy posible que la aprueben en poco tiempo, porque ya se lo están planteando", destaca Catalá.

Las consecuencias de las superpoblaciones pasan factura. El mobiliario del centro-histórico está cada vez en peores condiciones por culpa de estos animales. Y no sólo el daño material y económico es el que preocupa al ayuntamiento, sino también los problemas higiénicos y sanitarios que provocan, ya que una paloma puede llegar a producir más de doce kilos de excrementos al año. Estas heces la mayor parte de las veces decoran edificios, coches y todo lo que pillan a su paso. Aparte de molestos, estos excrementos resultan corrosivos por sus altos contenidos en urea.

Por otro lado, según afirma Francisco Javier García Gans, del Centro de Investigación y Recuperación de Aves Urbanas de Viveros (CIRAU), "son preocupantes las plagas por las enfermedades que pueden contagiar. La salmonelosis y el virus de Newcastle son algunos posibles, además de los problemas de tipo alérgicos por ácaros y otros insectos. Además son portadoras de pulgas, garrapatas y tenias". Por lo que aconseja especial cuidado con los niños, que por ingesta de huevos y larvas podrían tener fiebres, diarreas y vómitos.