Las obras de reforma de la Gran Vía Marqués del Túria han destapado la entrada de uno de los tres refugios antiaéreos de la Guerra Civil que esconde esta artería de Valencia en su subsuelo, desenterrando de paso retales de la infancia de la memoria de los niños que crecieron en el Eixample desde la postguerra hasta los años 60 del pasado siglo. Es el segundo búnker republicano de este bulevar interior con el que "tropiezan" unas obras en cuatro años, ya que en 2007 la excavación de la línea T2 del metro rescató del olvido otro refugio de la Gran Vía Germanías entre las calles Sueca y Cádiz.

Uno de aquellos niños que ayer volvió a su infancia al pasar por las obras del bulevar y ver de nuevo la escalera de acceso al refugio situado entre las calles Jorge Juan y Conde Salvatierra, es José, de 56 años. Este vecino de la Gran Vía recuerda perfectamente que "a principios de la década de los 60, cuando tenía unos 7 años, el acceso al refugio estaba al lado del parque en el que jugaba, pero no se podía entrar porque estaba tapiado".

Entonces, ya había desaparecido el refuerzo superior de esta fortificación que sobresalía aproximadamente un metro por encima de la calle. El ex presidente del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV) y miembro de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, Francisco Taberner, el principal estudioso de estos elementos de defensa pasiva de la ciudad, explica que dicho remate de la losa de hormigón armado de 70 centímetros de grosor del refugio "estaba compuesto por celdas de hormigón rellenas de arena o algas que protegían la estructura de un impacto directo".

Vuelta a la infancia

Los recuerdos de Julio Ochando, de 70 años, un niño de la postguerra de Russafa, que se centran en el refugio "descubierto" por el Metro, si que revive ese remate superior: "Debía tener entre 7 o 8 años, a los niños nos gustaba saltar desde arriba del refugio, que estaba lleno de hierbajos, a la calle. A la entrada, que estaba cerrada por barrotes y llena de basuras, no nos acercábamos porque nos daba miedo".

El investigador José María Azkárraga, coautor del libro Valencia 1931-1939. Guía Urbana de la ciudad en la 2ª República, cuenta que la dictadura mantuvo los refugios republicanos "hasta el final de la II Guerra Mundial, porque temía una ofensiva aliada, pero entre los años 50 y 60 se fueron enterrando todos".

Taberner, que ha llegado a contabilizar hasta 258 refugios en el Cap i casal, destaca que los tres búnkeres de Germanías y Marqués del Turia los construyó en 1938 la Junta de Defensa Pasiva en lo que entonces era la Gran Vía Buenaventura Durruti. Los tres pertenecen al modelo abovedado, "compuesto por dos bóvedas de ida y vuelta con bancos en los laterales", destaca. "El acceso es por una esquina y la salida por la contraria, buscando en esta diagonal la mayor distancia posible entre las dos entradas con el fin de garantizar vías de escape en caso de colapso de la fortificación". Esta tipología de refugio, muy usada en jardines y escuelas, tiene unas medidas básicas de 14 metros de ancho por 28 de largo, mientras las bóvedas son de tres metros de alto en su punto más elevado. Taberner estima que cada uno de ellos podía albergar a 500 personas. El emplazamiento de estos refugios "está perfectamente localizado en el Plano del Término Municipal de Valencia realizado por el Instituto Geográfico entre 1929 y 1944", apunta.

Salvaguardar un trozo de historia

Azkárraga propone que el Ayuntamiento de Valencia "proteja y haga visitables" estos refugios. El investigador recuerda que en 2008 el CTAV ya solicitó al consistorio que salvaguardara 20 de ellos. Taberner, añade que estos restos históricos "carecen de protección de forma general". Tan sólo algunos, como el de Germanías son Bien de Relevancia Local (BRL), una figura un escalón por debajo del Bien de Interés Cultural (BIC) autonómico.

En este sentido, continúa Taberner, "estaría bien seleccionar los refugios más significativos que pueden tener un uso y rehabilitarlos con el fin de dejar una constancia histórica de un momento crucial de la historia". El arquitecto opina que además del refugio del IES Luís Vives, "el más grande de los que se conservan", o los de la calle Serranos y la Espada, "podría tener interés hacer visitables los refugios de Marqués del Turia, al ser de fácil acceso por estar bajo un jardín".

El héroe anarquista de enigmática muerte

La Gran Vía Marqués del Turia fue rebautizada en 1936 como Buenaventura Durruti (placa original en la foto) en honor al líder miliciano anarquista fallecido en extrañas circunstancias en la defensa de Madrid el 20 de noviembre de ese año. Casi 75 años después, su muerte sigue siendo tan enigmática como la de Kennedy. ¿Una bala pérdida? ¿Una operación secreta de espías de Stalin? ¿El PCE? ¿Anarquistas disidentes de su postura de anteponer la victoria en la guerra a la revolución libertaría? o, la teoría más aceptada, un disparo accidental de su subfusil "naranjero", que se exhibe en el Museo Histórico Militar de Valencia. De esta copia republicana del subfusil alemán "Schmeisser MP28" del 9 largo, cuyo gatillo carecía de seguro, se fabricaron miles en Alberic. Su nombre viene de que se usaba madera de naranjo para la culata.