Ahora, como «sacerdote raso», publica el libro «Encontrarse con Cristo» (Cobel Ediciones), que presenta hoy (19.30 h.) en El Corte Inglés de la calle Colón con el arzobispo Carlos Osoro como cicerone.

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El libro se llama «Encontrarse con Cristo». ¿Tiene la dirección de dónde encontrarlo?

De eso va el libro. Cristo está en el Evangelio, en la Iglesia, en los sacramentos, en la oración, en la eucaristía… Cristo no es una figura que pasó. Vive resucitado en los cielos y en la eucaristía. También podemos encontrarlo a través de los demás. De los que sufren, de los desamparados… Y eso no es demagogia.

Uno de los capítulos habla de las «tentaciones» que hay que resistir. ¿Cuáles son?

¡Hay tantas…! Pero bueno, las resumiremos, como San Juan, en tres. La concupiscencia de los ojos, que sería la avaricia. La concupiscencia de la carnes, que sería la impureza. Y la soberbia de la vida. Más específicos son los siete pecados capitales.

¿Y aún los considera en vigor?

Sí, eso es precristiano, es ley natural y anterior a toda ley. Aunque nos hayamos olvidado.

Mucha gente se acordó del pecado y del delito cuando surgieron los casos de abusos a menores por parte de sacerdotes. ¿Cómo lo vivió?

Con mucha tristeza, sin ninguna duda. Yo mismo he escrito que, en materia de sacerdotes pederastas, uno ya es mucho. Pero quizá esto haya sido también una forma de purificarse, de arrepentimiento, de reparar al vejado, al maltratado…

Acaba de conocerse que el Papa cuestionó el celibato en 1970. ¿Qué opina usted del celibato?

La Iglesia pide el celibato a la mayoría de sacerdotes. No a todos, porque están las excepciones del rito católico oriental y la comunidad anglicana. Pero es que, desde un punto de vista humano, un cura casado no tendría la misma disponibilidad para el servicio de los demás. Incluso sería de menos confianza, ¡porque a la mujer se le cuenta todo! Y porque ha de ocuparse de los hijos, de la mujer o de la suegra. Pero también está el gran fondo de la virtud de la castidad. No es tan difícil ser célibe. En el Opus, de hecho, hay una minoría de laicos célibes. Y además, creo que es mucho más difícil la vida de los casados que la mía.

¿Por qué?

Porque no tengo que cambiar pañales, ni ir a urgencias, ni pagar un colegio, ni se me pone enferma la suegra… No sé por qué esa manía del celibato. ¡Si es mucho más fácil que vivir casado…!

¿Qué imagen tiene la sociedad del Opus Dei?

Uy… ¡Muy variopinta! Del Opus Dei y de su fundador se ha dicho de todo. Que se dedica a las clases elitistas, que quita el dinero a los pobres para dárselo a los ricos… Pero para trasladar la imagen real del Opus hay que hablar de ello. A todos los del Opus nos han dicho nuestros conocidos: «Es que tú no eres como los demás del Opus».

¿Pediría a la gente del Opus que «salga del armario» religioso?

Siempre que predico digo que si a los 10 días de ser del Opus la gente no lo sabe, mal lo están haciendo. Porque hay que hablar de Dios a la gente. No solamente no hay que salir del armario, sino que no hay que ni siquiera entrar al armario.

¿Qué tópicos falsos del Opus hay que desmontar?

Pues que, frente a lo que se cree, hay un amor inmenso a la libertad y que todos somos unidireccionales. Pues ni somos todos del PP, ni del Real Madrid, ni de Unió Valenciana, ni neoliberales. Hay de todo.

¿Tiene marcha atrás el proceso de secularización social?

Es que a lo mejor no es bueno que tenga marcha atrás. La sana laicidad de la que hablan algunos tiene aspectos buenos. No creo que sea bueno sacralizar la sociedad. Pero hay que evitar la autonomía del hombre con respecto a Dios.

¿Cómo ve a Carlos Osoro?

Bien. Es un hombre bueno y está sembrando mucho.

¿Y su apoyo en el Camino Neocatecumenal frente al Opus?

¡En eso no había pensado…! Yo creo que él se apoya en todo el mundo y está abierto a todos.