Manuel López Segura

Manuel López Segura: "La Ciudad de las Artes es arquitectura pensada en el turismo de masas"

«Las acciones contra el cambio climático son una cuestión de supervivencia de la especie, las reversiones son muy graves»

Manuel López Segura.

Manuel López Segura.

«Arquitectura para la democracia recuperada en España» es el título del libro publicado por el arquitecto, historiador y doctor por la Universidad de Harvard Manuel López Segura que esta semana presentó en el Colegio de Arquitectos de València en el que analiza cómo la arquitectura impulsada por las instituciones valencianas favoreció en los años 80 la construcción del estado democrático con el Jardín del Turia, el IVAM y el Teatro Romano de Sagunt como grandes hitos.

¿La arquitectura tiene ideología?

Si claro, tiene ideología tanto en las intenciones de sus autores como en los efectos que produce en la sociedad. Las arquitecturas permiten determinados comportamientos, prescriben otros y hacen posible que las cosas ocurran como los parlamentos. La existencia de un museo hace posible que las personas disfruten del arte pero no todos los museos son iguales. Un museo que hace énfasis en los espacios de accesos, como el Instituto Valenciano de Arte Modernos con esa escalera monumental en el hall, hace que la ciudadanía tome conciencia del acceso democratizado al arte.

¿Qué queda de esa mezcla de creatividad arquitectónica y ambición política que hizo posible esa evolución?

Una de las particularidades de la democratización de la arquitectura española es que las nuevas instituciones empiezan a hacer unos encargos que antes simplemente no existían. El desarrollo del estado del bienestar trajo un programa muy amplio de construcción de hospitales, colegios públicos, bibliotecas... La democracia española se establece sin embargo en un momento de los años 80 en que hay un proceso de neoliberalización en todo el mundo occidental que hace que en Europa y EEUU se deje de construir vivienda pública y en España como nos incorporamos en ese momento tampoco se construyó una gran cantidad de vivienda pública comparado con lo que se había hecho en Europa tras la II Guerra Mundial. En los años 80 en España de vivienda pública no se hizo apenas nada.

De aquellos polvos...

Claro. Lo pagamos en ese momento y ahora más. El franquismo con es componente paternalista impulsó políticas públicas de vivienda, pero con una clara intencionalidad que era mantener a la población contenta y callada y según los modelos de familia tradicionales. . En la democracia en Valencia se desarrolló el programa IVVSA de vivienda pública que arquitectónicamente es muy interesante pero no estuvo al nivel de la vivienda pública que se hizo en Europa

En los años 80 surgió una nueva concienciación por la protección del patrimonio histórico como parte de la identidad que dio pie a recuperar monumentos como el Teatro Romano ¿Sería posible hoy una intervención así?

La ley de Patrimonio cambió después del teatro Romano, no por causa del teatro, y es posible que no fuese ya posible, pero desde el punto de vista de la teoría arquitectónica es reivindicable. Hasta esa momento la aproximación al patrimonio se hacía desde el punto de vista de la veneración de las ruinas que es una forma de veneración a la autoridad, al estado, la iglesia o al ejército. La veneración impide la comprensión racional. Con la democracia cambia el enfoque. Más allá de la veneración el patrimonio histórico tiene que ser utilizable y comprensible. El teatro romano lo que busca precisamente es restituir el espacio romano, no reconstruirlo, restituirlo para que las personas comprendan como era y pueda reutilizarse para obras de teatro clásico que es para lo que se construyó en origen y para lo que se recuperó.

¿Por qué el Jardín del Turia o el IVAM democratizaron la arquitectura?

El jardín del Turia es un lecho de un río que atraviesa la ciudad de punta a punta y cruza barrios obreros y barrios burgueses. Crear un jardín que permite el disfrute del espacio público para todas esas clases sociales sin distinción es un logro. Es un espacio público continuo a disposición de la ciudadanía independientemente de la clase social a la que pertenezcan. Solo tienen que bajar a la calle y lo tienen allí. El IVAM, por otro lado, permitió democratizar el acceso al arte moderno que hasta ese momento era reducto exclusivo de una elite intelectual y económica. Permitió el acceso de todos al arte.

¿La Ciudad de las Ciencias entraría dentro de la arquitectura democrática?

Desde el punto de vista arquitectónico es una arquitectura que reduce la experiencia del espacio arquitectónico al consumo de unas imágenes icónicas. Eso está al servicio a su vez de un modelo económico de explotación de la arquitectura al servicio del turismo de masas. Desde ese punto de vista no democratiza el acceso al espacio público. Si, cualquiera puede ir pero ¿permite esto al ciudadano ampliar sus horizontes culturales? Se reduce el valor de la arquitectura al valor de las imágenes en el mercado.

¿Siguen siendo las escuelas de arquitectura generadoras de conciencia de los profesionales para construir edificios que mejoren la sociedad?

Creo que sí. Los jóvenes arquitectos tienen muy claro que con las enormes limitaciones que afrontan tienen que intentar estar al servicio de la sociedad. Tienen claro que las intervenciones en el patrimonio, y esto es legado de la arquitectura de los 70 y 80, deben ser respetuosas y se pone mucho énfasis en esto. Las nuevas generaciones además, por el momento en que vivimos, están muy concienciadas con el cambio climático y reclaman que las enseñanzas estén orientadas hacia ello. Y en los trabajos de fin de carrera la sostenibilidad está muy presente. El compromiso social de los arquitectos depende mucho del momento y hoy está muy marcado por el cambio climático y es lógico que sea así

Edificios eficientes, movilidad sostenible, ciudades renaturalizadas ¿realidad o utopía?

La utopía es importante para marcar los horizontes hacia los que caminar. Los instrumentos técnicos y doctrinales para hacer frente desde la arquitectura y el urbanismo al cambio climático existen. En València tenemos ejemplos de intervenciones muy desafortunadas, como la reforma de la plaza de la Reina, que es un espacio duro sin árboles porque los prescribe el aparcamiento subterráneo. El hecho de que no haya sombras en una ciudad mediterránea es difícil de entender. En Madrid también se están talando árboles y una plaza como la Puerta del Sol se está convirtiendo en un desierto de piedra. En las escuelas no se enseña eso.

¿El revisionismo de las políticas paliativas del cambio climático en grandes ciudades como València hasta qué punto nos debería preocupar?

Está ocurriendo en valència y en toda España y en Europa. Por una razón extraña todo el tema de la sostenibilidad se ha politizado y los partidos populistas de derechas lo han tomado como si fuese una cuestión de izquierdas cuando no lo es. Es una cuestión de supervivencia de la especie humana y la derecha tradicional se está contagiando de ese discurso de la extrema derecha y esto tiene consecuencias concretas en las ciudades. En el caso de València parece que hay una voluntad de revertir procesos de peatonalización o de carriles bicis. Hay una especie de reflujo reaccionario que está teniendo un impacto directo en cómo pensamos las ciudades. Ya ocurrió cuando se pasó de las administraciones socialdemócratas a las conservadoras a principios de los 90 ya hubo un intento de deshacer en el ámbito de la cultura y la identidad valenciana algunas cosas pero la diferencia es que ahora atacan algo que afecta a la supervivencia de la especie. La gravedad de deshacer lo que se ha hecho es mucho mayor.

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