El chiste más frecuente en los 39 quirófanos de La Fe es jugar a contraponer socarronamente la actividad de La Fe Malilla con la de La Fe buenilla. Tanto se extendió este inocuo juego entre el personal quirúrgico que a la dirección dejó de gustarle que al nuevo hospital se le asociara con el adjetivo-topónimo que designa al barrio donde se encuentra. Y así fue como empezó a difundirse el nuevo apellido "La Fe Bulevar Sur", más chic y acorde con la estructura del nuevo titán sanitario.

En un año el hospital todavía no se ha hecho de querer. Las quejas de que las distancias son demasiado largas persisten. Muchos son los que piensan que la sanidad valenciana no necesitaba un hospital de esta envergadura y sobre todo de este coste (503 millones). "Para nosotros el cambio no era necesario, porque no estamos mejor que allí (La Fe de Campanar)", afirma una enfermera de quirófano de urgencias, que agrega que las novedades que llegan al centro, "siempre son para peor".

Otra enfermera destaca que en la despampanante instalación falta motivación e ilusión. La enfermería quirúrgica ha comenzado a perder su especialización, ya que ahora se hace más de todo, lo que para los cirujanos representa un "paso atrás", porque la cualificación en sanidad es sinónimo de excelencia y de mejores resultados.

"No estamos mejor que hace un año", declara otra enfermera que señala que las desorbitadas dimensiones del edificio no se ven reflejadas en la salita mínima y sin ventilación donde descansan ocho personas del quirófano de urgencias.

A quienes más ha beneficiado el cambio es a los enfermos que ahora disponen de una habitación para ellos solos, aunque la tarifa del alquiler de los monitores de TV fue muy criticada por su precio (0,90 euros/hora), como el polémico coste del aparcamiento que "está a precio de parque temático".

Un especialista afirma que el nuevo edificio ha sido "un dispendio innecesario" y que todavía son muchos los sanitarios que rezongan. En positivo, el mismo profesional destaca la innovadora tecnología del centro y en negativo alude a la inoperancia de los programas informáticos que un cirujano tiene que manejar.

De la aplicación general que se llama Mizar hay que pasar al Quirogén (protocolo quirúrgico), pero si el paciente es de cirugía sin ingreso la aplicación se llama Superman, para la medicación hay que usar otro: el Prisma..., y Colas es el que se usa en las consultas para citar a los pacientes que, al parecer, se cuelga bastante. "Se pierde cantidad de tiempo", indica el especialista que afirma que para contactar con el servicio técnico, cuando falla, hay que armarse de valor, "ufff, es como si llamaras a un organismo oficial, yo dejo el teléfono con altavoz hasta que contestan".

Todos los programas se coordinan a su vez con el famoso Orion que es el específico para hospitales.

Una limpiadora recuerda que el hospital se abrió de forma precipitada y que "quien lo diseñó, pensó poco en lo que era un hospital porque las distancias son enormes y eso lo complica todo mucho". Las trabajadoras de la limpieza también han protestado por la ubicación de sus vestuarios, alejados del resto, sin ventilación y en medio de una red de gigantescos conductos.

"Los trabajadores todavía no se han adaptado a la nueva estructura y es curioso que de cara al exterior sea tan espacioso pero que los despachos sean pequeños", declaró otra trabajadora que indicó que en las consultas de Gine, la enfermera tiene que salir de la sala para que la paciente se suba al potro. Tampoco convence la nueva cocina, donde hay averías con demasiada frecuencia y pocas pilas para limpiar los kilos de pescadilla que se consumen. "Hay un llanto general -agrega- de los trabajadores que echan en falta lo que dejaron".