En la primera planta del edificio se siete alturas ubicado en la plaza Santiago Grisolía, número 1, de Valencia, hay cuatro viviendas, y ninguno de los propietarios reside en la finca. ¿El motivo? Los ruidos y molestias que ocasiona la falla que se encuentra en el bajo del edificio y que ocupa 130 metros cuadrados. Así lo aseguran los residentes del edificio tras conseguir que un juez ordene el "cese definitivo de la actividad molesta", indemnizar con 1.500 euros "por daños morales" a la comunidad de propietarios y privar al propietario del local a usar el mismo durante seis meses.

Sin embargo, la sentencia no es firme, y hasta que no lo sea -la comisión recurrirá el fallo- la falla Jose María Haro-Poeta Mas y Ros no piensa "ni abandonar el local, ni cesar la actividad, ni cambiar su rutina o actividades" ya que ayer afirmaron, por activa y por pasiva, que los "ruidos que alega una persona [que es la que ha originado la demanda]" no responde a molestia alguna "sino a impedir la instalación" de la falla que alquiló, hace tres años y medio, el local que ocupaba una verdulería.

La falla José M.ª Haro-Poeta Mas y Ros llegó decidió cambiar de local en 2009 porque el que tenían se les había quedado pequeño para los 180 miembros que conforman la comisión. Desde la falla añadieron que antes de iniciar la actividad "el denunciante ya había presentado escritos al ayuntamiento y a JCF para que se nos denegara el permiso".

Sin embargo, los vecinos interpusieron la denuncia en septiembre de 2011, y aunque los residentes del edificio reconocen que las molestias que genera la falla en el interior del local "solo afectan a los vecinos del primer piso", decidieron apoyar a los residentes "porque nos podía haber tocado a cualquiera de nosotros". Cosa bien diferente son las molestias en la vía pública. "Si los chiquillos salen a la calle y gritan y corren y juegan, pues sí molestan, pero la peor parte se la llevan los del primer piso. De hecho, llegó la falla y los dueños se fueron a vivir a otra parte", aseguraron ayer residentes de la segunda y cuarta planta del inmueble. Ahora bien, la defensa de la comunidad de propietarios -confiada al despacho Carrascosa & Pérez Abogados- aportó al juzgado informes periciales sonométricos de dos mediciones realizadas desde las viviendas colindantes "que superaban los 39 decibelios y triplicaban la inmisión acústica permitida por ley para horario nocturno", según consta en la sentencia.

La falla, por su parte, piensa "pelear" para quedarse en el local ya que "durante la semana de Fallas instalamos la carpa a 300 metros del casal y el resto del año nuestra actividad es muy limitada porque somos una falla modesta. El casal se abre a diario de 20.30 a 22 horas pero no existe afluencia de gente, ni fiestas ni celebraciones. No hay música [a excepción de fin de año], ni verbenas ni karaokes. Y no tenemos ni una sola denuncia por ruidos. Es más fácil ir contra una falla que contra los jóvenes que hacen "botellón" todas las noches aquí mismo", argumentó la presidenta de la falla, Paqui González, y el vicepresidente José Granell.

Piden "comprensión" a las partes para "buscar una solución"

"La Unión de Agrupaciones del Cap i Casal quiere manifestar su apoyo absoluto a la comisión y a su presidenta, Paqui González Rubio, ante dicha situación". Así comienza el manifiesto de apoyo presentado ayer por la entidad para mostrar, además, "nuestra preocupación, rechazo y malestar ante los continuos ataques que viene sufriendo todo el colectivo fallero" y denunciar "la indefensión y discriminación a la que nos vemos sometidos frente a este tipo de decisiones que no se toman en igual medida con otro tipo de establecimientos que se encuentran en las mismas condiciones. Los casales son locales sociales donde se desarrolla una labor administrativa, social y cultural propia de nuestra tierra, que vamos a continuar ejerciendo a pesar de aquellos que no lo entienden así. De esta forma, solicitamos a las partes predisposición, compresión y voluntad para solucionar lo antes posible esta desagradable situación para todos".