Desde la primera navidad que pasé en España (1978) y la primera con una hija (1989) he compartido una pregunta doméstica aparentemente inoficiosa: ¿Por qué en las tradiciones navideñas de España -mediadas por la globalización del Papá Noel y con legendarias figuras regionales en el País Vasco, Galicia y Catalunya- los/as niños/as escriben la carta a los Reyes Magos, mientras en Colombia y otros países lo hacen al Niño Dios?

Aceptando la hipótesis de que los reyes se perdieron en América Latina y el Caribe en el siglo XIX en el fragor de las guerras de independencia, la idea de que en algunas de las cabalgatas que se celebrarán el 5 de enero en Madrid pueda haber mujeres vestidas de reyes magos o que figuren como reinas magas, ha sido ridiculizada por algunas personas y medios pero, si se mira con atención, ofrece inéditas perspectivas históricas y de género a la pregunta inicial. Veamos:

En Mateo 2 1-12 se narra que, nacido Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos magos preguntando por el rey de los judíos. Cuando la estrella que les guiaba se posó en un portal acudieron y ofrecieron al niño oro, incienso y mirra. En el relato bíblico no se dice cuántos magos eran, ni si entre ellos había alguna(s) mujer(es). Son los teólogos Orígenes y Tertuliano quienes, en el siglo IV, establecen que los magos eran tres y, al parecer, es en siglo VIII cuando se les nombra reyes como Gaspar, Melchor y Baltazar y se les representa montados en un elefante, un camello y un caballo.

Desde entonces hay una interesante literatura referida a un cuarto rey que iba en burro, que pierde la estrella por ejercer la misericordia y la fraternidad en diferentes episodios y que encuentra a Jesús ya crucificado y moribundo en el Gólgota.

Pero el relato más sugerente es el de Miguel Milán, titulado La verdadera historia del cuarto rey mago, que es mujer, que llega al portal con cosas útiles para el niño para alegría de María y José y que se llama Azaría. En la literatura sobre reinas magas, destaca la obra de teatro de Gloria Fuertes (Madrid, 1917 - íbidem, 1998) titulada precisamente Las tres reinas magas.

La historia de Azaría, remite a la de Aspasia que recoge Antoni Domènech en El eclipse de la Fraternidad (2004), reivindicando que la primera alusión a la fraternidad en la cultura occidental procede de una mujer que vivió en el siglo V antes de nuestra Era: Aspasia, compañera de Pericles y contertulia de Sócrates y Fidias. El que haya escasos y nebulosos registros de ello, se debe a que Aspasia expresó sus ideas en casa y no en el ágora, a la cual sólo podían asistir los ciudadanos; y las mujeres, los esclavos y los extranjeros o metecos no lo eran.

El hilo conductor que va de Aspasia a Manuela Carmena, pasando por Azaría y por tantas otras mujeres invisibilizadas en la historia o la ficción escritas desde la supremacía del hombre por el hecho de serlo, es el machismo secular que recorre casi todas las culturas desde el Paleolítico; que puede generar anécdotas como la ignorante ridiculización de una festiva pero profunda sugerencia o alentar crímenes como los de la violencia machista que asolan a Colombia, España y el mundo. Un agujero negro al que no escapan estrellas femeninas como Esperanza Aguirre.

Retomar este hilo para una rumia proactiva es uno de los objetivos de Fraternizando, cuya primera acción fue un conversatorio realizado el 16 de noviembre en el Centro Cultural Juan Bosch de Valencia, con la participación de Amparo Madrigal, Chefira Ben Hassine, Leyla Sadeghi, Mara Cabrejas, Raquel Ortiz y Ziva Freidkes Szeinuk. Sus ponencias estarán disponibles en la web de la Plataforma. Gracias Amparo, Aspasia, Azaría, Carmena, Chefira, Leyla, Mara, Raquel y Ziva. Gracias, Rosmira (Cali, 1926 - Valencia, 1999), Charo, Juliana, Irene y Sole. Gracias a todas!!!