La Basílica de la Virgen de los Desamparados intenta mantener la normalidad, aunque los oficios religiosos tienen estos días un molesto acompañante: el ruido de martillos, sierras eléctricas y voces humanas. Son los operarios que se encuentran enfrascados en la labor de reparar las puertas rotas durante el Traslado del pasado domingo y todo su entorno. Para tratar de minimizar el impacto, toda esa parte posterior del templo ha sido tapada, que no cegada, con un tabique. Obviamente, no es suficiente para aislar las obras, pero sí para evitar que el lugar de culto sea poco menos que impracticable. Las misas y oraciones no se han podido con el deseado recogimiento al uso, pero se ha conseguido evitar el caos.

Si no hay cambios de última hora, y aunque la normalidad no volverá hasta que no haya plena seguridad para ello, no sería descartable que la Basílica volviera a la normalidad durante el fin de semana. De hecho, las puertas ya están cerradas de cara al exterior, donde ya no hay seguridad privada, pero sí que se mantienen las vallas porque no deja de ser una zona de obras. Dentro de los trabajos realizados se ha detectado incluso que la cerradura de la puerta pequeña estaba ligeramente desencajada, algo que se atribuye al empuje sufrido con motivo del Traslado, ése para el que el arzobispado anuncia que se preparará, de cara a los festejos del próximo año, un protocolo de seguridad para el acceso que evite las habituales escenas de carreras y empujones, que se consideran causa de la rotura de la puerta.

Con todo, la Basílica mantiene todos sus ritos. Ayer se celebró la Festa dels Floristes, lo que permitió que el altar principal y los laterales estuvieran profusamente adornados de flor, algo que continuará mientras ésta se encuentre en buen estado.