Los perros no comprenden las diferencias entre tiempo de vacaciones y tiempo de rutina y obligaciones. No asimilan por qué, de repente, desaparece el ocio, los largos paseos y el tiempo extra que comparten con sus propietarios. El retorno a la rutina tras unas vacaciones puede resultar también muy duro para los animales de compañía, lo que puede conllevar, como ocurre con algunas personas, una depresión postvacacional.

En situaciones normales, en pocos días o semanas, el perro se adapta a la nueva situación y horarios, aunque hay casos en que esto se complica, debido a algún tipo de problema psicológico o físico. Si el perro presenta cambios en el comportamiento, tales como la pérdida del apetito, conductas destructivas o movimientos repetitivos, hay que acudir lo antes posible al veterinario para obtener un diagnóstico que determine un tratamiento lo más adecuado posible.

El control de esfínteres de las mascotas también se puede ver afectado tras el relajamiento de las vacaciones. Si no se trata de un problema físico, como diarrea o ansiedad psicológica, en unos días la situación se normaliza.

Hay que tener paciencia para conseguir que el perro se readapte a los nuevos horarios, así como para corregir rutinas adquiridas durante las vacaciones. El perro también puede tender a escaparse de casa en busca de las añoradas excursiones por la playa, el campo o la montaña con su propietario. Las fugas son peligrosas, pueden provocar accidentes y atropellos, así que hay que procurar por todos los medios que el perro no se escape. Las causas de que un perro se escape de casa pueden ser diversas: aburrimiento, necesidad de más actividad física, miedo a determinados ruidos o ansiedad por la separación. La visita al veterinario puede servir para averiguar por qué lo hace y asegurar que ya sea un perro o un gato estén correctamente identificados, por lo que si huyen puedan ser devueltos a sus propietarios.