Me alegra saber que hay una cierta preocupación por parte de bodegas y cooperativas de la zona por recuperar las variedades autóctonas, como la Monastrell, la Forcalla, la Merseguera, la Mandó o la Bonicaire, injustamente maltratadas y algunas casi extinguidas (Prensal de Mallorca, la Doña Blanca gallega, la Pardina extremeña, la Moristel de Huesca, la Garró catalana, la Listán de Canarias), a pesar del precioso material genético que representan, como reconocía en una reciente entrevista el enólogo, Pablo Calatayud.

El plan de ayudas de Bruselas para la reestructuración del sector vitivinícola hizo que muchos agricultores ante el bajo precio que se pagaba en bodega por estas variedades, las arrancarán y las sustituyeran por otras más atractivas, a priori ,como la pinot noir, la cabernet sauvignon o la syrah. Sin darse cuenta de que estas variedades estaban poniendo en serio peligro las cepas autóctonas.

Y digo a priori porque hoy por hoy ya empieza a haber en muchas bodegas exceso de variedades francesas , hasta el punto de que algunas de ellas se están planteando quitar alguna de las bonificaciones que daban a estas uvas y primar otras que habían sido relegadas. Es el caso, por ejemplo, de la cabernet sauvignon.

El mercado está saturado de vinos de variedades francesas. Un Merlot o un Cabernet se elabora muy bien y de forma estándar en todo el mundo. Sin embargo, trabajar con variedades autóctonas es más difícil, según reconocen los enólogos. La diferenciación y el valor añadido que aportan estos caldos y no el precio, ya que no podemos competir en precio con muchos países es la mejor manera para competir en los mercados internacionales y abrir otros nuevos nichos de mercado.

Potenciar la singularidad, innovando con lo autóctono y recuperando variedades minoritarias con potencial comercial es el mejor camino para luchar en un mercado cada vez más globalizado y competitivo como reconoce Pablo Calatayud.

Bodegas Ontinium de Ontinyent se ha tirado como se dice coloquialmente a la piscina y ha elaborado un monovarietal con la variedad de uva tinta Bonicaire, bajo el nombre de "Embolicaire" (así se le conoce también en la Comunidad Valenciana) y ha conseguido un vino muy equilibrado con toques frutales. Una variedad que, tradicionalmente, se ha utilizado para hacer granel y litros, en el sentido peyorativo de la palabra, pero que bien trabajada demuestra todo su potencial.

Las variedades autóctonas ofrecen vinos muy singulares, alejados de los estándares.

El tiempo ha dado la razón a quienes apostaron por las variedades autóctonas y se resistieron contra viento y marea a arrancarlas. Creo, sinceramente, que en muy poco tiempo van a ver recompensados todos esos esfuerzos.