El entrenador del Bayer de Múnich y ex del Barcelona CF, Pep Guardiola ha sido el último en sumarse a la lista independentista que prepara el gobierno de Artur Mas de cara a las elecciones plebiscitarias del 27-S. Antes lo hicieron, siguiendo el fervor nacionalista, los cuatro candidatos, que optaban a la presidencia del club blaugrana.

Desde mi modesto punto de vista mezclar la política con el deporte no es un buen binomio. Nunca lo ha sido, sobre todo, cuando hay una afición detrás que representa y aglutina a miles de sensibilidades diferentes. No sé cuantos socios y aficionados puede tener el club de fútbol Barcelona, pero me imagino que unos cuantos.

Que la política utilice el deporte como altavoz propagandístico no es nada nuevo, se viene repitiendo desde que se crearon los primeros espectáculos deportivos, pero mientras unas veces ha servido para mejorar sus relaciones, otras, en cambio, lo han sido para generar más conflictos.

Hitler utilizó las Olimpiadas de Berlín del año 36 como vehículo de propaganda nazi y enaltecimiento de la raza aria.

Dos casos antagónicos, de cuando se mezcla política y deporte con resultados muy diferentes. La final de la Copa del Rey, que enfrentó por segunda vez al Athletic de Bilbao con el Barcelona con las habituales pitadas al himno de España, lejos de unir crean más crispación.

Sin embargo, no siempre ha sido así. Tras el deshielo entre las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba, iniciado por el presidente Obama, un equipo de Béisbol norteamericano, los Orioles de Baltimore, se va a desplazar a la isla caribeña para jugar un partido amistoso, con el único objetivo de acercar posiciones entre ambos países, tras más de cuarenta años de embargo comercial.

También el Presidente sudafricano Nelson Mandela utilizó el deporte, en este caso, el rugby para acabar con el apartheid. Negros y blancos unidos por primera vez, con el deporte como nexo de unión.

Si la política se sirve del deporte para unir en lugar de enfrentar, bienvenida sea. De lo contrario, mejor no mezclarlas porque el cóctel puede ser explosivo.