Algo parecido dijo el presidente Artur Mas a los periodistas que se concentraban en el Palacio de la Zarzuela para cubrir la reunión entre el Rey Felipe VI y el presidente de la Generalitat. "Vengo en son de paz".

El mensaje que el señor Mas está lanzando de cara a los comicios catalanes del 27-S, que se plantean exclusivamente en clave soberanista, y donde no ha dejado muy claro cuál será su futuro político, si finalmente no gana la lista independentista y triunfan los partidarios del No a la secesión , no suenan precisamente a paz ni a buen rollito. Lo que hay es un claro chantaje al gobierno de España.

O yo o el caos. O lo que es lo mismo: el soberanismo o "el Estado nos aplastará sin misericordia" (sic). La frase pronunciada por Mas es aterradora. Cualquiera que la escuche y no conozca la realidad de España pensará que los ciudadanos de Catalunya viven bajo el yugo opresor del Estado, cuando la realidad es bien distinta, ya que tanto Catalunya como el País Vasco gozan de unos niveles de autogobierno, que para sí quisieran otras autonomías, entre ellas la Comunidad Valenciana.

La paz se busca siempre desde el entendimiento, el consenso, la negociación y el diálogo. Y aquí no ha habido ninguna de las cuatro cosas. La declaración unilateral de independencia, sin consultar al resto de españoles, que digo yo , algo tendremos que decir sobre si queremos que Catalunya se independice de España o no porque a todos nos afecta , no es desde luego el mejor ejemplo de diálogo. Convocar referéndums, plebiscitos o consultas al margen de lo que diga la Constitución, tampoco. Las leyes, nos gusten o no, están para cumplirse. Y si lo que quiere plantearse es una reforma constitucional y aspirar a un modelo federal , que se haga de forma consensuada por todos los grupos con representación parlamentaria, como se hizo con la Constitución del 78, que supo aunar diferentes corrientes ideológicas desde comunistas a socialistas y conservadores.

A mí no me dan ningún miedo las consultas. Todo lo contrario. Lo que exijo como ciudadano es que se nos consulte a todos.

Tampoco el gobierno de Mariano Rajoy ha estado a la altura de las circunstancias, alimentado el nacionalismo radical con declaraciones y salidas de tono constantes por parte de sus dirigentes y judicializando el proceso independista. No basta con decir ahora que no va a haber independencia de Catalunya. El problema es que todavía no ha dicho cómo piensa evitarlo. La respuesta ante el desafío nacionalista debe ser política y nunca judicial porque si es así, algo habremos hecho rematadamente mal.