El mensaje que los nacionalistas catalanes están invocando de cara a las elecciones del 27-S está provocando una fractura social muy importante en la sociedad catalana.

Las palabras del diputado de ERC, Joan Tardá, de que si finalmente gana el SI, la independencia de Catalunya no la va a parar "ni Dios ni Rajoy", no contribuyen precisamente ni a la moderación ni al diálogo. El señor Tardá debería saber que el Estado tiene mecanismos suficientes para garantizar que se cumpla la Ley. Pero no sólo en Catalunya. En todo el territorio nacional y Catalunya, no es ninguna excepción porque forma parte de España.

No se trata de responder con leyes a los desafíos nacionalistas. Ni de judicializar el proceso soberanista. Se trata simple y llanamente de cumplir la Ley.

Los comicios se han planteado en clave de: o estás con Catalunya o estás contra Catalunya, obviando la propia realidad catalana en la que no todo el mundo comulga con las tesis nacionalistas y se siente catalán y español. Tan respetable como cualquier otra.

Catalunya tiene una serie de problemas, más allá de la independencia que son prioritarios y que no han sido bien atendidos por el gobierno de Artur Mas. Desde el copago sanitario al cierre de hospitales, colegios y empresas, lo único que han abierto son embajadas, pasando por una caótica gestión municipal, que ha llevado a Catalunya a ser la Comunidad Autónoma más endeudada (42.000 millones de euros), con más déficit público (6.687 millones, equivalentes al 3,29) y con cerca de 900.000 personas en el paro (22%) y en el caso de los menores de 25 años, la tasa de paro supera el 51%.

Pero de estos problemas no se habla y cuando lo hacen es para responsabilizar al Estado de esta situación. "España nos roba". Y ha sido precisamente el deterioro de la situación económica y social la que ha llevado a los independentistas a ir ganando cada vez más respaldo social y consecuentemente más cotas de poder. Ocurre igual con los populismo en época de crisis. Los nacionalistas siguen adelante en su diatriba secesionista sin importarles las consecuencias de la secesión. Poco les atañe si se quedan fuera de la UE y del euro.

Ni siquiera la ruptura con los que han sido sus aliados naturales como Unió Democrática durante más de treinta años les ha parado en ese camino emprendido a ninguna parte.

Su visión puramente narcisista y excluyente va mucho más allá de lo que es y debe ser la convivencia democrática.