Hoy, sin duda, es un día histórico. No sólo para los cubanos y los americanos sino también para el resto del mundo. Una fecha que pasará a los anales de la historia y que supone la vuelta a las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba. La reapertura de las embajadas de EEUU y Cuba es el primer paso para el fin de la confrontación entre los dos países, que dura más de cincuenta años y que tuvo su punto álgido en la crisis de los mísiles en 1962 cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear.

El pueblo cubano no sólo ha tenido que sufrir la dictadura de los Castro sino un feroz embargo durante décadas por parte de la primera potencia mundial, que ha tenido a la isla asfixiada no sólo políticamente sino también económicamente.

Frente a los que apostaban por aislar más al régimen cubano, como es el caso de España, se ha impuesto la diplomacia y, por fin, se abre un nuevo futuro en las relaciones internacionales entre ambos países.

La mediación de Canadá, pero, sobre todo, del Papa Francisco han sido decisivas para que cincuenta años después vuelvan a ondear las banderas de ambos países en sus respectivas embajadas. Una mediación en la que el resto de Europa y España en particular se han quedado al margen, a pesar de los lazos que nos unen con el pueblo cubano.

Lo que se inicia ahora es el principio de un largo camino, que ha de llevar al fin de la dictadura cubana, al respeto de los derechos humanos y a la apertura de un proceso democrático en la isla, que ha de pasar necesariamente por el fin del embargo comercial.