Es obvio, que la política migratoria de la UE es un auténtico fracaso. Cientos de personas mueren engullidos por el mar todos los años tratando de cruzar el Mediterráneo en infames pateras, sin que Europa haga nada por evitarlo.

En 2014, más de 3.400 personas murieron tratando de llegar de manera irregular a las fronteras de la UE.

La solución a la inmigración no son las vallas ni la represión policial ni tampoco las devoluciones en caliente. Eso es tanto, como no querer afrontar la situación en la que viven miles de personas, que se ven obligadas a salir de sus países, muchas veces por los conflictos bélicos, otras por la situación política, tratando de buscar un futuro mejor o simplemente salvar sus vidas.

El gran problema de Europa, que requiere de una política conjunta de todos los países no se llama euro, ni déficit público ni rescate. Se llama inmigración.

¿Dónde está la solidaridad que preconizan los tratados internacionales?

Acabar con las mafias, con el tráfico ilegal de las personas, pero, sobre todo, implementar políticas que acaben con la pobreza en los países de origen. Esa y no otra debería de ser la prioridad de la UE.

La política migratoria no debe recaer, exclusivamente, sobre los países mediterráneos como España, Italia o Grecia sino que debe ser una competencia común de toda la UE.

La presión migratoria que se avecina con los conflictos de Irak o Siria exige una respuesta coordinada y decidida, que involucre a todos los países de la eurozona, sin más demora.