La agresión que ha sufrido la representante de Vox en Cuenca, Inma Sequí es absolutamente intolerable en democracia. No tiene ninguna justificación posible. Las diferencias en democracia se resuelven en las urnas, votando y en el Parlamento que es la sede de la soberanía popular y no mediante la violencia. Eso es propio de otros regímenes.

Al grito de "fascista" la han apaleado en el portal de su casa. Seguí se recupera de las heridas sufridas, aunque, según las últimas informaciones, todavía sigue ingresada en el hospital.

No he escuchado, sin embargo, por parte de algunos dirigentes políticos, del ala más radical palabras de condena y rechazo a este execrable acto de violencia política. Todos los grupos, sin excepción, deberían haber condenado de forma unánime la agresión a la joven presidenta de Vox en Cuenca.

En democracia todas las ideas son defendibles y la discrepancia debe ser entendida como algo normal entre diferentes opciones políticas y no como un elemento de confrontación y menos aún de violencia.

Los actos de violencia, xenófoba, sexista , ideológica como es el caso o de cualquier otra índole deben ser cortados de raíz. Los políticos callándose o negándose a condenarlos, hacen un flaco favor para erradicarlos.