El tripartito se ha comprometido a abrir RTVV el próximo 9 de octubre, coincidiendo con el día de la Comunidad Valenciana, cumpliendo así la promesa electoral del presidente Ximo Puig de reabrir la televisión autonómica valenciana cerrada por el anterior gobierno del PP.

Aunque todavía quedan muchos flecos por determinar, por ejemplo, qué contenidos va a tener y cuánto dinero le va a costar al erario público.

Salvando los escollos de última hora con el representante de Podemos, que veía dificultades legales para su reapertura, tanto Compromís como PSPV quieren, de momento, emitir de manera provisional hasta que se apruebe una nueva ley en las Cortes y se dote de financiación al proyecto en los próximos presupuestos generales.

De momento, nos tendremos que conformar con programas enlatados y de archivo hasta que se solucione el espinoso tema judicial, que dejó empantanado el PP antes de pasar a la oposición. De entrada ya han dicho que recurrirán la decisión ante los tribunales, si RTVV emite de forma provisional porque consideran que supondría un fraude de ley.

Si bien todas las televisiones autonómicas son deficitarias, ninguna es rentable, RTVV ha sido la única en echar el cierre y dejar en la calle a 1.600 trabajadores y a un sector audiovisual herido de muerte.

Hay quien piensa, sin embargo, como quien suscribe estas líneas, que hay partidas que no se deben guiar única y exclusivamente por criterios económicos porque la rentabilidad va más allá de los números.

Utilizada por el gobierno del PP como un medio propagandístico de su gestión en lugar de como un servicio público, que es, precisamente, para lo que nacieron las televisiones autonómicas; la mala gestión, el amiguismo y el despilfarro pusieron la puntilla a la televisión de todos los valencianos. Un Real Decreto firmado por el ex presidente Alberto Fabra puso fin a veinticinco años de historia.

El populismo de Fabra le llevó a afirmar que prefería cerrar una televisión pública antes que un colegio o un hospital. Lo que no explicó era las razones de su cierre.

La cuestión a dilucidar ahora es qué televisión pública queremos . Si la misma que teníamos con el PP o una televisión pública de calidad, plural, que potencie el uso de la lengua y que no se convierta en vocero del gobierno de turno. Una televisión pública, que no sea una copia de las cadenas generalistas y convencionales. Un giro de 180 grados de la televisión pública que conocíamos hasta ahora.