La fractura no sólo social sino también política y económica que se puede abrir en Cataluña y en el resto de España tras el 27-S tiene nombre y apellidos: Artur Mas y Mariano Rajoy.

La solución a la deriva nacionalista que ha defendido el señor Rajoy desde el principio ha sido judicial y no política, negando el diálogo para tratar de acercar posturas. Con su negativa a cualquier tipo de entendimiento ha alentado el nacionalismo más radical. Tratar de dirimirlo en los tribunales de Justicia, dice mucho del talante democrático del Gobierno de Rajoy.

Todas estas prisas que les han entrado ahora a menos de dos semanas de las elecciones con la reforma que han presentado por la vía de urgencia para que el Tribunal Constitucional tenga capacidad sancionara, si se incumplan sus sentencias es apostar de nuevo por la vía judicial cuando han tenido toda una legislatura por delante para reconducir la situación desde el diálogo. Cuando hablo de una solución política me refiero también a una reforma de la Constitución, a la que el PP se niega en banda, consensuada con todas las fuerzas políticas, que admita la nueva realidad que hay en España y que desde el año 78 en que se aprobó la Carta Magna hasta hoy ha cambiado mucho.

Por lo que respecta al señor Mas se ha aliado con su enemigo natural que es ERC, con un único objetivo: conseguir la independencia a cualquier precio, aunque ello suponga quedarse fuera de la UE y del euro. Para ello no le han dolido prendas a la hora de soltar alforjas y desprenderse de quién ha sido su aliado natural desde hace más de 30 años: Unió Democrática de Catalunya. En todo este caos, Catalunya es la Comunidad Autónoma más endeudada con 66.800 millones de euros, 32,8% del PIB ( en el año 2005 la deuda era de 2.092 millones de euros) y con más paro del Estado, con casi un 20% de desempleados.