El pasado día 1 se abrió la veda en muchos cotos de caza intensiva de Castilla La Mancha. El resto lo hará el próximo día 8. En la Comunidad Valenciana habrá que esperar unos días más hasta el 12, si bien, algunas sociedades de cazadores como la de Fontanars dels Alforins han decidido abrir más tarde. Quieren esperarse a que caiga todo el pàmpol de la viña para que la perdiz tenga más defensa.

Como mi amigo Pepe Sala y yo teníamos ganas de apretar el gatillo y somos unos impacientes de mucho cuidado, cogimos los bártulos y nos fuimos al Bonillo. Yo una semana antes ya tenía los petates preparados: ropa, cartuchos ... Y conociendo a Pepe, me imagino que él también.

Sobre las 11 de la mañana llegábamos a El Bonillo. Previamente habíamos almorzado en el Restaurante Los Rosales de Almansa, punto de encuentro habitual y donde sirven unos bocatas de ternera y embutido casero espectaculares .

Sala ya repuesto de una delicada operación que sufrió hace casi un año dio muestras de una envidiable forma física.

Empezó mal la mañana errando algunas patirrojas, pero conforme iba transcurriendo el día fue entrando en tiro y abatiendo todo lo que se le ponía por delante. La percha lo dice todo: 17 perdices y 1 torcaz.

Con su inseparable perra Laika, una braca de nueve años, que iba batiendo el terreno de forma incansable, a pesar del calor que hacía, Sala no perdonaba una, tirando a muestra puesta y a perdices que arrancaban largas.

La perdiz, a pesar de llevar poco tiempo soltada, dio mucho juego. Es una perdiz fuerte y de bonito plumaje con colores intensos, pico y patas rojas, que apeona mucho. Algunas por su reacción parecían salvajes, buscando la vuelta al cazador. Las lluvias recientes que han caído en La Mancha estas últimas semanas han cubierto de verde los barbechos y hay comida en abundancia en el campo. A pesar de que hay muchos comederos diseminados por todo el acotado, lo mejor para ellas es la comida natural.

En esta ocasión me acompañaba mi perrita Duba, una preciosa labradora de 14 meses que es la segunda vez que viene conmigo a cazar.

Nada más tocar el monte echó a correr detrás de las perdices, menos mal, que había una alta densidad si no las hubiera echado todas fuera del coto. Ni que decir tiene que terminó agotada. Pero como es una perra muy inteligente se dio cuenta de que así, ni yo puedo tirarles ni ella cogerlas y se fue calmando poco a poco.

Más tarde las veía volar y ya no las perseguía con tanta inquina. Hay que corregir algunos errores, pero es cuestión de darle tiempo. Aprenden rápido. En el cobro, como es habitual en estas razas, estuvo bastante bien, aunque la inexperiencia hizo que una perdiz que había cogido de ala se le escapara de la boca al tratar de cogérsela. Le descerrajé dos tiros y la erré. Pepe que estaba al tanto la abatió.

Yo anduve bastante fallón y tuve que gastar una caja de cartuchos para colgarme 5 perdices y dejar un par alicortadas.

No me gusta el sentido mercantilista que tienen algunos de la caza y se me quitaron las ganas de seguir cazando al rato de estar allí. Si a eso unimos un acompañante con poca gracia, el día fue aciago.

Está claro que si vas a un coto de caza intensiva, donde te cobran a tanto la perdiz muerta, es lógico que quieran facturarte el máximo, pero andar con la calculadora nada más pisar el monte, no me gusta.

¿Cuántas vas a matar en esta vuelta? ¿7, 8?, me inquirió el acompañante. Las que pueda, le contesté yo.

Tampoco me gusta que no dejen cobrar al perro. Yo voy entre otras razones porque quiero enseñar a mi perro y cuando se trata de un perro joven, más tiempo tarda en dar con la pieza abatida y si eso supone esperar un rato hasta que la encuentre, se espera lo que haga falta. Si vas cazando en grupo, el resto de compañeros debe parar la mano hasta cobrarla.

Lo que no puede hacer el acompañante es, además, querer cobrar las piezas. Su misión es acompañar a la cuadrilla , indicar qué mancha se va a cazar y portar las piezas abatidas, también los conejos. Ese es su cometido y no otro.

Confieso que lo he pasado mejor otras veces que esta.