Hoy martes día 20 se cumplen cuatro años del anuncio de la tregua por parte de la banda terrorista ETA, tras cerca de un millar de muertos en su haber. U espeluznante currículum.

Cuatro años sin muertes, sin extorsiones, sin bombas lapas, sin tiros en la nuca, sin cartas de extorsión a empresarios, pero todavía con miedo, con mucho miedo. Al menos, para aquellos que no comulgan con la ideología de la izquierda abertzale y siguen estigmatizados por ello.

En el último año cerca de 200 personas relacionadas con ETA han sido detenidas por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, con la colaboración del gobierno francés.

La persecución policial ha sido determinante en este final de ETA.

El anuncio de un alto el fuego unilateral por parte de ETA no ha ido acompañado por el desarme total de la banda terrorista, con su disolución definitiva y con la entrega de todo su arsenal. Paso previo para cualquier negociación ulterior, como pueda ser el acercamiento de presos a cárceles próximas al País Vasco, vieja reivindicación de las gestoras pro amnistía o la excarcelación del ex dirigente de Batasuna y Sortu Arnaldo Otegi, preso desde 2012 por enaltecimiento del terrorismo.

La convivencia y la pacificación de Euskadi están hoy más cerca que nunca. Que sea una realidad, tras más de cuarenta años de atentados y muertes es mérito de todos los demócratas de este país porque la derrota de ETA es una victoria de la democracia frente al totalitarismo, la intransigencia y la barbarie. Y no de ninguna sigla en particular por mucho que algunos quieran arrogarse ahora ese triunfo.