Hacía mucho tiempo que no veía un bando de perdices en Fontanars. Este sábado cuando bajaba con el tractor después de labrar unos barbechos por el camino de Casa El Rull conté 5 ó 6 perdices, que arrancaron en dirección a unos olivos cercanos, antes de que yo llegara.

Me cuenta un amigo que el pasado mes de agosto se soltaron algunas parejas, con el fin de repoblar el coto. Fontanars que el año pasado no abrió la veda para la perdiz, lo hará el próximo domingo 8 de noviembre. El cupo fijado es de 1 perdiz por cazador y día y sólo se podrá cazar los cuatro domingos de noviembre, a partir del 6 de diciembre se cierra para la perdiz, excepto en el monte de la umbría y en el puerto.

Me consta que hay socios que están dispuestos a pagar el talón y no cazar. Otros en cambio prefieren acabar con lo poco que hay. Yo me quedaré en casa como llevo haciendo los últimos tres años.

El término que antaño era reclamo para cazadores venidos de poblaciones cercanas y de otras más lejanas, hoy es un auténtico páramo en lo que a la actividad cinegética se refiere.

La especie reina por antonomasia de la caza menor: la perdiz ha desaparecido de sus campos. Tampoco se ven liebres. Especie que fue muy abundante tiempo atrás, con perchas de escándalo.

El hábitat de las perdices ha cambiado notablemente como consecuencia de la agricultura intensiva. Donde antes había viña en vaso, hoy se levantan campos enteros de emparrados de vid, donde la perdiz no cría, al verse desprotegida. Prefiere hacer el nido en zonas más pobladas de vegetación.

El terrible cambio agrícola registrado en el campo español en las últimas décadas ha tenido consecuencias nefastas para la fauna salvaje. No sólo hay que echarle la culpa a los cazadores como habitualmente hacen las organizaciones ecologistas, que dicho sea de paso poco o nada hacen por la conservación de las especies .

A mediados de agosto y recién levantada la cosecha de cereal, los campos están ya arados, la paja recogida y los rastrojos quemados. La codorniz no tiene donde criar.

Los dueños de las fincas de caza quieren sacar tajada de la agricultura y de la caza y ambas cosas no son compatibles. Si queremos que haya caza no podemos destruir su hábitat natural. Sólo con retrasar algunas actividades agrícolas sería suficiente. Por ejemplo, retrasando el laboreo.

Por otro lado, la superficie dedicada a cereales de secano ha disminuido y se ha visto sustituida en favor de otros cultivos alternativos, más rentables.

Cuando la viña se cultivaba en vaso, las cuadrillas entraban a los campos a vendimiar y a podar. También a mondar. Hoy son las máquinas de vendimiar, de despuntar y de prepodar las encargadas de hacer los trabajos agrícolas.

Las perdices crían donde no se las molesta.

Los productos fitosanitarios y la abundancia de alimañas, sobre todo, zorros, cernícalos y urracas son factores que han coadyuvado para que la perdiz salvaje entre en claro declive hasta el punto de que si no cambian las cosas podría peligrar la especie, como ya ocurre con otras especies cinegéticas, como tórtolas y codornices, cuya población ha menguado considerablemente en los últimos años. En el periodo 1998-2013, según un estudio, un 53% y un 30%, respectivamente.

En este contexto de franco retroceso de la perdiz autóctona, que es generalizado en todo el territorio nacional y no es específico de unas zonas, también hay que citar como responsables a las granjas cinegéticas, cuyas sueltas sin ningún tipo de control sanitario son más perniciosas que otra cosa.