A pesar de lo que ha dicho el TC sobre la resolución independentista, que la ha declarado nula por unanimidad de todos los magistrados, el señor Mas hace oído sordos a lo que dice el alto tribunal y sigue buscando, denodadamente, el apoyo de la CUP paras ser investido presidente. La última oferta que ha hecho llegar a los anticapitalistas de Baños ha sido la dación en pago. Es obvio, que el señor Mas desconoce el programa económico de la CUP, ya que sólo con la dación en pago no se van a conformar sino que quieren -aparte de su cabeza- imponer una serie de medidas sociales de gran calado, difícilmente asumibles para quienes dicen defender la economía de libre mercado e inviables económicamente.

El señor Mas quiere ser investido presidente a cualquier precio, aún a sabiendas de que no tiene ninguna legitimidad para ello.

Las leyes están para cumplirse y nadie está por encima de ellas. Y son, precisamente, los políticos los primeros que tienen que dar ejemplo con su cumplimiento. El llamamiento a la desobediencia que se ha hecho desde algunos sectores de la izquierda radical sólo favorece la confrontación. Cuando, precisamente, lo que se echa en falta por ambas partes es más diálogo.

Si el señor Artur Mas tuviera un mínimo de dignidad tendría que haber dimitido al día siguiente de las elecciones, al comprobar que el plebiscito había fracasado y que su propuesta de fracturar España, también.

Cataluña está hoy paralizada, con un gobierno en funciones, dos meses después de las elecciones, sin dinero para pagar a las farmacias, acudiendo al FLA para obtener liquidez, con una fuga masiva de empresas que huyen de Cataluña por la inseguridad jurídica y económica ante la incertidumbre política que se vislumbra a corto y medio plazo y con unos escándalos de corrupción todavía sin resolver.