Hace poco escribía en mi blog un artículo a raíz del pacto al que habían llegado socialistas y conservadores en Francia para frenar a la extrema derecha en las elecciones regionales, tras su victoria en la primera vuelta y lo ponía como ejemplo de pragmatismo político. Y es que muchas veces es preferible pensar en los intereses generales antes que en los particulares.

Pues bien, en España se ha dado un caso similar, pero con la irrupción en el Parlamento de la extrema izquierda, liderada por Podemos y grupos afines.

Pero a diferencia de los franceses de los que tenemos mucho que aprender, aquí somos incapaces de ponernos de acuerdo en algo tan sustancial para que los que elogiaban el régimen chavista y bolivariano y se financiaban presuntamente con dinero de estas dictaduras, no tengan la posibilidad de entrar en el gobierno y aplicar políticas de corte comunista, que llevarían al país a un escenario nada deseable.