El presidente en funciones de la Generalitat catalana Artur Mas será investido con toda probabilidad presidente, con el apoyo de la CUP, después de ceder a todas las pretensiones de los anticapitalistas, aunque el pacto definitivo deberá ser refrendado por los militantes, el próximo domingo día 27. Pero todo apunta a que al final habrá fumata blanca.

Si bien todo es muy ambiguo porque el mismo plan social de choque que ofrecen, cuantificado en 270 millones de euros no se sabe muy todavía de dónde van a salir, pero poco importa con tal de salvar la cara al Molt Honorable, que ha hecho de su capa un sayo para sacar adelante su plan independentista, aunque ello suponga saltar al abismo sin paracaídas.

Todo vale en este despropósito con tal de conseguir el ansiado sillón presidencial de una hipotética República catalana, aún a costa de traicionar el ideario político de lo que fue su anterior partido Convergència Democrática de Catalunya, hoy bautizada bajo el nombre de Democràcia i Llibertat.

Mas tragará con todo lo que le ponga por delante la CUP, incluido su suicidio político, si con ello se asegura su investidura. Aunque su figura sea más molesta que otra cosa.