Estamos ya prácticamente terminando la temporada cinegética, Castilla La Mancha lo hará el próximo 8 de febrero, otras comunidades como la valenciana ya han cerrado y hay que apurar los últimos días que quedan porque hasta el descaste de conejo, allá por el mes de junio, ya no volvemos a coger la escopeta, salvo los aficionados a la caza con perdiz con reclamo que podrán hacerlo hasta el 28 de febrero, según la orden de vedas.

A las 9 de la mañana, tras el obligado almuerzo en Los Rosales, deliciosos los bocatas de ternera y embutido que preparan en este concurrido restaurante de Almansa, mi amigo Pepe Sala y yo nos hemos ido a la finca La Patirroja en El Bonillo. Pepe Tortosa por problemas de trabajo no ha podido acompañarnos esta vez.

A la puerta del hotel nos esperaba Vicente. César estaba en esta ocasión acompañando a otra cuadrilla. Nos subimos al coche y nos dirigimos a la mancha que nos habían asignado. Tuvimos que esperar un rato dentro del coche hasta que amainara la fina lluvia que caía. La temperatura era de 7 grados.

Cogimos la mano haciendo caso a Vicente, aunque ya habíamos cazado en esa parcela de la finca en otras ocasiones, pero es la que más nos gusta porque el terreno es más llano y abundan las perdices. La orografía es cómoda de cazar con pocos barrancos y vaguadas y para los que ya vamos cumpliendo años es de agradecer.

Hay días en que la escopeta te entra como un guante y otros en cambio que no sabes ni cómo ponértela. Esta vez no pude estar más certero: 9 piezas; 8 perdices y 1 conejo con 11 disparos y la perdiz que erré se llevó algún perdigón. Empecé la mañana abatiendo una perdiz enviada, que ya venía pegada, pero por la velocidad que llevaba no la hubiéramos cobrado.

Tiro a tiro fui abatiendo el resto de perdices. No gasté el cañón izquierdo, salvo cuando plomee la perdiz. Da igual que salieran largas o cerca. Hacia delante o hacia atrás. Aterradas o de pico.

Sala no tuvo suerte esta vez porque su perrita Laika iba muy larga toda la mañana, levantando los bandos de perdices fuera de tiro y estorbándole la caza más que otra cosa. Aún así hizo un par de muestras a pieza parada de las de quitarse el sombrero. Aguanta mucho la muestra y eso permite al cazador acercarse lo más posible a la pieza, que en el caso de perdiz soltada, aguanta más. La salvaje es otro cantar. No permite estas florituras.

Mi perrita Duba que lleva desde principios de temporada acompañándome a todas las cacerías va cogiendo afición, buenas maneras y me cobró dos perdices de ala, que me entregó vivas. Tiene la boca muy suave y no aprieta la caza. Otros perros cuando te las entregan están para tirar.

El día no podía ser mejor. La temperatura acompañó durante toda la jornada y el sirimiri o calabobos como lo llaman algunos de principio de la mañana, dio paso a que los rayos de sol hicieran acto de presencia. El terruño de la zona está en esta época del año en su mejor esplendor con inmensos campos de cereal y leguminosas que empiezan a verdear. Estos días pasados ha llovido y han caído 17 litros. Las perdices tienen comida abundante en los campos.

Las perdices buscan los linderos y el refugio de las carrascas. También los comederos que abundan por la finca.

Sobre las 13,30 horas dimos por finalizada la jornada. Parada obligada en dirección a casa es el Restaurante El Rincón de Pedro en Almansa y hacia allí nos dirigimos. Había unas jornadas gastronómicas de cocina de autor a cargo Ricardo Sotres, cocinero asturiano con una Estrella Michelin en 2015. Una delicia.