Sería bueno para la democracia de este país y para su salud democrática, que cuando los políticos hablen de altura de miras y visión de Estado, la ejerzan de verdad y no caigan en espectáculos tan bochornosos, como el ofrecido ayer entre el señor Rajoy y el señor Pedro Sánchez, en ese paripé que montaron de cara a la galería, tomándonos otra vez por estúpidos, como si no supiéramos, que las divergencias entre ambos políticos, que no partidos son insalvables. Porque aunque programáticamente coinciden en muchas cuestiones, la enemistad manifiesta entre ambos líderes hace imposible cualquier acuerdo.

Al margen de la anécdota del saludo, que tanto se ha comentado en las redes y que no deja de ser un gesto de mala educación por parte del presidente en funciones, que dejara de serlo pronto para pasar a la oposición, me preocupa que los dos principales partidos de este país no sean capaces de sentarse a hablar, no digo llegar a acuerdos, que sería lo deseable sino ni siquiera a dialogar, lo cual dice mucho del talante de ambos líderes. La política es diálogo permanente. También cuando se tiene mayoría absoluta. Cosa que el PP nunca ejerció cuando tuvo cuatro años de legislatura para hacerlo.

La política se ha convertido en pura imagen. La de vueltas que le han dado al lugar dónde celebrar la reunión - si en tu casa o en la mía- como si eso fuera importante y el poco tiempo que le han dedicado a lo que verdaderamente interesa, que son las propuestas que deben traer bajo el brazo para confrontarlas y debatir sobre ellas. De esto último todavía no se ha escuchado ni una palabra. Tampoco por parte del PSOE que dice estar dispuesto a pactar con Podemos y Ciudadanos.

El señor Rajoy sigue apostado en su atalaya como si nada ocurriera a su alrededor y con una indiferencia absoluta y aunque dice estar dispuesto a escuchar a todos y asegura que no hay líneas rojas para la negociación, sigue enrocado en su discurso de yo o el caos.

La realidad muestra que la fragmentación del Parlamento tras el 20-D hace necesarios los pactos para gobernar . Ganar las elecciones no sirve de nada, si no se tienen los apoyos suficientes para sacar adelante las leyes y más allá de las palabras, el señor Rajoy sigue viviendo el actual escenario político, como una partida de ajedrez, con muy pocas nociones, por cierto, olvidándose de que la incipiente recuperación económica podría estancarse. De hecho ya hay estudios como el del BBVA, que constatan , que la incertidumbre política está frenando el crecimiento, y que de prolongarse la situación más tiempo, el avance del PIB podría reducirse a la mitad, pero al señor Rajoy parecen importarle bien poco los avances conseguidos, con todos los sacrificios que ello ha conllevado y prefiere pensar que él sigue siendo el elegido para gobernar este país. Y está muy equivocado.