Celebro mucho el acuerdo al que han llegado finalmente el PSOE y Ciudadanos para sacar a este país del atasco institucional que sufre desde que se celebraron las elecciones y con un gobierno en funciones desde entonces.

Reconozco el coraje y la valentía tanto del PSOE como de Ciudadanos de dar ese paso, que algunos torticeramente han interpretado en clave electoralista y que como reconocía el propio Sánchez sólo trata de sumar para formar un gobierno progresista y reformista.

La formación de Podemos que apelaba al diálogo y a dejarse la piel se ha levantado de la mesa y ha suspendido todas las negociaciones con el partido de Pedro Sánchez. Y lo mismo ha hecho IU y Compromís, que descartan cualquier acuerdo con el partido de Albert Rivera. Poco les ha durado el entusiasmo. Seguramente porque el acuerdo firmado habla de propuestas y reformas y a la formación morada sólo le interesan los sillones y erigirse en protagonistas absolutos de la negociación, obviando que hay otras alternativas igual de legítimas que las suyas. Pero los podemitas se arrogan el derecho de negociar en nombre de toda la izquierda y calificar de regresivo cualquier acuerdo que no les incluya a ellos.

Suscribo al cien por cien las palabras de Albert Rivera cuando tras la firma del acuerdo afirmaba que no se trata tanto de una cuestión de números sino de valentía, coraje y voluntad política, en clara referencia al PP para que se sume al acuerdo y facilite la investidura de Pedro Sánchez.

El PP, por su parte, sigue sin coger el guante que le ha lanzado Rivera. Los populares creen que todavía pueden ganar por KO el combate y siguen aún sin pisar el cuadrilátero ni ponerse los guantes.