Si este domingo salía de la cárcel el etarra Urrusolo Sistiaga, miembro del sanguinario Comando Madrid, condenado a más de 600 años por 9 asesinatos y otros tantos secuestros, el próximo día 1 de marzo lo hará el dirigente de Batasuna, Arnaldo Otegui, encarcelado y condenado a 10 años de prisión, de los que ha cumplido algo más de la mitad de la condena por tratar de reconstruir la estructura de la ilegalizada Batasuna, siguiendo los dictados de ETA. El ex dirigente de Batasuna y actual secretario general de Sortu también fue condenado por enaltecimiento del terrorismo durante varios homenajes a terroristas de ETA.

Otegui fue visitado recientemente en la cárcel de Logroño por el dirigente de ERC, Joan Tardá y por el ex diputado de la CUP en el Parlamento, David Fernández, que calificó la situación de Otegui de "secuestro de Estado" y propio de una "democracia low cost" para el portavoz de ERC.

Intelectuales y artistas como el cantautor catalán Lluís Llach, la escritora Almudena Grandes el actor Juan Diego Botto o la ex Marisol Pepa Flores firmaron tiempo atrás un manifiesto, donde pedían la excarcelación de Arnaldo Otegui. También políticos como Alberto Garzón, Julio Anguita o Gaspar Llamazares se sumaron a esta iniciativa.

Habría que preguntarles por las razones de tan reprobable gesto al pedir la excarcelación de Otegui, acusado como estaba de enaltecimiento del terrorismo y de querer reconstituir la estructura de la ilegalizada Batasuna. Delitos por los que fue condenado a 10 años de cárcel.

Hay quien ve a Otegui como el próximo lehendakari o como el artífice de la paz en Euskadi. Lo primero es probable que ocurra, lo segundo, no.

La derrota de ETA, tras casi un millar de muertos a sus espaldas fue posible gracias a la democracia y a los demócratas, que defendimos con la fuerza de las ideas y la palabra, lo que otros querían inculcarnos e imponernos mediante la violencia y la extorsión.