Después del mitinero y asambleario discurso de Pablo Iglesias durante la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez y las perlas que le dedicó al candidato a presidente, no entiendo la mano tendida del PSOE para pactar con Podemos. Es más, no entiendo cómo después de lo que ocurrió ayer en el Congreso de los Diputados, el PSOE no haya roto los acuerdos en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas que mantiene con la formación morada. Por encima de todo está la dignidad y no se puede abroncar de esa forma a quien pretende ser su socio para a renglón seguido decir que están dispuestos a negociar con los socialistas la formación de un gobierno reformista y progresista. Si eso es lo que piensa el señor Iglesias de Pedro Sánchez y del PSOE les auguro una relación muy complicada y tensa, además de corta.

Las alusiones a Felipe González por los GAL no tuvieron, en mi opinión, una respuesta contundente por parte del aspirante a presidente de Gobierno, más allá de una sonora bronca desde la bancada de los socialistas.

Es curioso escuchar esta afirmación tan brusca, de quien no ha tenido ni una sola palabra para las víctimas del terrorismo y sí para sus verdugos. De quien se ha felicitado por la excarcelación de Otegui, pero no ha condenado el terrorismo. De quien dice que en España hay presos políticos, pero no condena la falta de libertad en Venezuela o Cuba. De quien pone a parir al PP por la corrupción y cuya formación recibe dinero presuntamente de regímenes totalitarios como Irán o Venezuela. De quien quiere ser el adalid de un supuesto pacto de izquierdas para asumir él la vicepresidencia, con funciones casi de primer ministro.