Comparto absolutamente las palabras de Felipe González sobre Pablo Iglesias cuando este acusó al ex presidente del Gobierno de estar "manchado de cal viva".

Hay mucha rabia, odio e incluso revanchismo en las gravísimas acusaciones del dirigente de Podemos, que no sólo no ha pedido perdón por sus palabras sino que, además, se ha ratificado en ellas.

Pero ese odio y rencor es generalizado en el partido que lidera Pablo Iglesias. Es una manera muy sui generis de entender la libertad de expresión. Desde los tuits vejatorios y humillantes del todavía concejal en el Ayuntamiento de Madrid , Guillermo Zapata, mofándose de los judíos y de las víctimas del terrorismo, pasando por las últimas declaraciones de una diputada de Podemos en el Ayuntamiento de Zaragoza, Amparo Bella comparando la violencia machista con el asesinato por parte de ETA del concejal del PP, Miguel Ángel Blanco.

Odio y rencor son palabras que deberían estar desterradas de nuestra memoria colectiva. Como dijo el gran Joaquín Sabina parafraseando al poeta Antonio Machado "abrácense, por fin, las dos Españas. Muera el siniestro guerracivilismo".