Europa aún no ha tomado conciencia de que la gran amenaza del siglo XXI se llama terrorismo. Un terrorismo difícil de combatir porque que se aleja de los cánones que hasta ahora conocíamos. Basta una persona con un cinturón de explosivos oculto en la cintura para causar una masacre como la perpetrada estos días en Pakistán.

Las acciones militares con Rusia a la cabeza están dando sus frutos y el ejército sirio ha recuperado la ciudad milenaria de Palmira. El próximo objetivo es Raqa, la capital del autodenominado califato.

Tras los recientes atentados de Bruselas, Bélgica se ha sumado a la coalición internacional y ha enviado cazas a bombardear posiciones del Estado Islámico en Siria e Irak.

Otra buena noticia. Hace pocos días, EEUU anunciaba la muerte del número dos del Daesh, Abdel al Qadouli.

Todas estas operaciones van encaminadas a debilitar al Estado Islámico en su estructura organizativa y militar.

Los últimos atentados han alentado el resurgimiento de la islamofobia y el auge de los populismos por parte de grupos radicales. Evitemos que los yihadistas nos dividan porque eso es precisamente lo que pretenden.

El profesor Fernando Reinares, especialista en terrorismo, daba en el blanco en estas mismas páginas al afirmar que a corto plazo es necesario que el conjunto de los países europeos tengan una misma percepción de la amenaza y que eso se traslade en el ámbito operativo, a la actuación judicial y policial contra el terrorismo yihadista.

La cooperación internacional es fundamental para luchar contra esta nueva clase de terrorismo, que quiere acabar con nuestra forma de vida y con nuestro sistema de libertades.