Ni siquiera en algo tan fundamental y necesario en estos momentos, como es reducir los gastos de la próxima campaña electoral , que se repiten de nuevo por la incapacidad de sus dirigentes de llegar a algún tipo de acuerdo o alianza y que nos va a costar a los españoles más de 130 millones de euros, un dinero que muy bien podría ir destinado a un buen fin social. Todavía estamos escuchando a sus dirigentes, echándose la culpa, unos a otros, de ese fracaso.

La propuesta del PSOE de reducir los gastos electorales un 30% no ha sido refrendada por ninguna otra formación política, que siguen buscando pros y contras a la medida anunciada por los socialistas y que ha caído en saco roto. Ni fijar un porcentaje máximo ni poner techo al gasto. Ni una cosa ni otra. Los políticos no se ponen de acuerdo ni en lo más esencial.

Tras una etapa de enormes sacrificios sociales y de brutales recortes, la clase política, que debería dar ejemplo de austeridad y sensatez, no lo hace. Eso sí, luego nos exigen a nosotros no sé muy bien con qué clase de argumentos y criterios, que seamos austeros porque "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Y, claro, los excesos tarde o temprano se pagan.

Esta campaña volveremos a ver en nuestros buzones, salvo que digamos que no aceptamos propaganda electoral, como ya se hace con la propaganda comercial en muchas comunidades de vecinos; cartas, cartas y más cartas, muchas de las cuales, van directamente a la papelera, en un claro ejemplo de dispendio del dinero público, cuando hay medios como internet para difundir toda esta información a un coste mucho menor y llegando a un público más amplio.

Carteles, banderolas, mítines en las plazas de toros,... Todo este gasto superfluo se podría evitar y más aún en un momento de crisis como el actual.

Si este dinero, en lugar de salir del erario público, es decir, de todos nosotros con nuestros impuestos, saliera del bolsillo de los políticos, no habría, seguramente, tanto dispendio.