La verdad es que no sé a qué Pablo Iglesias creer, si al que defendía hace poco regímenes comunistas como Cuba o Venezuela, votaba en el Parlamento europeo en contra de la libertad de Leopoldo López, hablaba de presos políticos en España y se felicitaba por la excarcelación de Arnaldo Otegui o decía de impagar la deuda ilegitima o al nuevo Pablo Iglesias, que se quiere colgar la etiqueta de socialdemócrata, lleva corbata y sonrisa profident y forma parte ya de la casta.

Qué duda cabe que todo esto obedece a una clara y muy estudiada estrategia política y de marketing de la formación morada para tratar de atraer el voto de los indecisos, claves en las próximas elecciones generales. Se calcula que uno de cada tres ciudadanos, aún no tiene decido a quién votar el 26-J y su voto va a inclinar la balanza a un lado u otro.

Los podemitas lo saben perfectamente y no quieren desaprovechar la ocasión. Las encuestas le son favorables y de confirmarse las previsiones, arrebatarían al PSOE el segundo puesto, que pasaría a ser la tercera fuerza política.

Yo le recomendaría al señor Iglesias, desde mi modesta posición de ciudadano y mero observador, que si se considera de verdad socialdemócrata , se relea el programa económico y social con el que se presentan a estas elecciones porque las medidas que propone poco o nada tienen que ver con el espíritu europeísta e integrador que defiende, precisamente, la socialdemocracia. Esto, además, suena a chiste, cuando es un doctor en Ciencias Políticas quien lo asevera. Hágaselo mirar y, por favor, no nos tome por idiotas.