Creo que España vive una de sus peores pesadillas, con visos, por desgracia, de convertirse en realidad el próximo día 26 de junio, si como confirman las encuestas en intención de voto, la extrema izquierda, representada por la alianza de Unidos Podemos, da finalmente el “sorpasso” o adelantamiento- ya que estamos en año Cervantino y hay que ser exquisitos con el uso del lenguaje- y arrebata al PSOE el segundo lugar, a muy pocos votos de distancia del PP, que volvería a ganar las elecciones, pero sin los apoyos suficientes para poder gobernar. Es decir, un panorama similar al que teníamos tras el 20 D, pero con Unidos Podemos como segunda fuerza política, con menos crecimiento en términos de PIB- la economía española estaba creciendo por encima del 2%- y menos empleo por culpa de la incertidumbre política y con 160 millones menos de euros en las arcas públicas, que es lo que ha costado convocar de nuevo a los españoles a las urnas ante la imposibilidad de llegar a acuerdos entre las diferentes fuerzas constitucionalistas, es decir, PP, PSOE y Ciudadanos.

Decía estos días Pedro Sánchez en plena campaña electoral, que dejar que gobierne el PP sería traicionar al electorado socialista. No comparto en absoluto esta afirmación. Creo que los principios ideológicos no se traicionan nunca, si el fin es buscar acuerdos en pro del interés general y había una base programática para poder empezar a trabajar juntos.

Las grandes coaliciones funcionan en muchos países de Europa. Alemania es el mejor ejemplo de ello y sigue siendo la locomotora de Europa.

El PSOE y el PP tienen divergencias importantes en muchos aspectos, como la reforma laboral o la ley de educación, que se quiere derogar, pero, sin embargo, también tienen puntos en común en muchas cuestiones de Estado como la política antiterrorista, el Estado de Derecho, la igualdad de todos los españoles o la política europea. Y deben ser, precisamente, estos puntos en común, los que deben prevalecer frente a los continuos desencuentros que no conducen a nada bueno. Solo contribuyen a agitar posiciones extremistas

La crisis económica, el conflicto con Cataluña y los escándalos de corrupción han sido el caldo de cultivo perfecto para que un partido emergente, antisistema y populista como Podemos esté actualmente disputando la alternancia en el gobierno al PSOE y al PP. Ha pasado en España como ha ocurrido en Austria o Francia, en este caso, con la extrema derecha de protagonista, que ha aprovechado el drama de los refugiados y la inmigración para lanzar mensajes xenófobos y racistas.

Algo tendrán que hacer estos dos grandes partidos, si no quieren que España siga los pasos de Grecia o Venezuela, que es el modelo económico, social y político, que tanto le gusta al señor Pablo Iglesias y a sus acólitos. Y por las noticias que nos llegan del país vecino, parece que no les van muy bien las cosas que digamos.