Cazar con hurón no es tarea fácil. No basta con echarlo en cualquier boca o madriguera y esperar a que salga el conejo. Pueden pasar horas, sin conseguir el resultado esperado. A parte de llevar un buen bicho, se requiere cierta experiencia del terreno y del comportamiento del rabudo. Las madrigueras están comunicadas entre sí y tienen multitud de recovecos. Son auténticas obras de ingeniería. Si pudiéramos colocarle una luz a un hurón para ver el interior de una de estas galerías, comprobaríamos de lo que son capaces.

El conejo está causando estragos y cuantiosos daños en muchas explotaciones agrícolas. De ahí, que en época de veda se permita su caza con hurón, en muchos casos, durante todo el año. Esto solo ocurre con esta especie invasora.

Por la zona de Fontanars dels Alforins, donde muchos agricultores se han acogido al plan de reestructuración para nuevas plantaciones de viñedo, los rabudos están empezando a hacer de las suyas. Esta semana he sido invitado a cazar a una finca de Fontanars, donde ya se empiezan a apreciar los primeros daños.

Da igual que sea viña o almendro. Arrasan con todo. Son trepadores. Suben a los troncos y a las ramas con la misma habilidad que lo harían los monos. Buscan terrenos blandos y arenosos fáciles de escarbar para hacer sus madrigueras, de donde sólo salen para comer. Permanecen cerca de las bocas, observando todo cuanto acontece a su alrededor y al menor ruido se meten dentro. Sólo es posible su caza con hurón. Al salto o con perro es muy difícil darles captura, ya que permanecen encerrados en el interior de la madriguera.

Se ha intentado soltar este conejo en la sierra para su repoblación, en zonas donde prácticamente había desaparecido como consecuencia de las enfermedades, sobre todo, de la mixomatosis, pero no se adapta al terreno. Se ha probado también dejarlos en jaulas un tiempo para su aclimatación al terreno, cerca de majanos, pero tampoco proliferan.

El conejo autóctono no tiene nada que ver con este híbrido, inmune a las enfermedades y con una capacidad de reproducción mucho mayor que el conejo común. Las hembras pueden llevar de 6 a 7 gazapos en su tripa y son fértiles a partir de la quinta semana, cuando el conejo autóctono lo es a partir del quinto mes, aproximadamente.

Fernando, padre e hijo y un servidor, que no es precisamente el espíritu santo, estuvimos este sábado de madrugada tirando a los rabudos. Aunque la mañana comenzó mal, errando los primeros tiros, poco a poco se fue encauzando las cosa y, al final, llenamos el zurrón.

Fernando Colom Muñoz, que ha sacado los genes de su padre es un enamorado de la caza y también de la caza con hurón. Sabe donde echar el bicho y es difícil que se equivoque.

Algo que desconocemos muchos cazadores cuando vamos a huronear es dónde colocarnos. Normalmente lo hacemos, cubriendo el máximo de espacio posible. Si cazamos, por ejemplo, en un ribazo, uno se pone arriba y otro abajo para cubrir todas las salidas. En este caso, éramos dos escopetas. Fernando, hijo, se ocupaba de los hurones. Si cuando salimos de caza, detrás de las patirrojas debemos tener muy presente la orientación del viento para que no detecten nuestra presencia, también en la caza con hurón es importante el viento, por eso nunca debemos ponernos delante de la boca para que no les llegue nuestro olor y busquen la salida por otro acceso, fuera del alcance de tiro.

Cuando hay muchos gazapos en la madriguera, el hurón puede pasar mucho tiempo hasta salir. Normalmente cuando lo hace, sale con los mostachos llenos de sangre.

En ocasiones se puede quedar el hurón encerrado en la madriguera. El conejo tapona la salida con su cuerpo. Aquí hay que tener mucha práctica para poder sacarlo sin que se lastime.

El calor es enemigo del hurón. Por eso conviene cazar a primera hora de la mañana y cuando aprieta el calor, coger los bártulos y volver otro día.

Fernando que es un guasón de mucho cuidado, me gastó una broma de las que no se olvidan fácilmente. Ya estábamos en el coche cuando me dijo que había un conejo encamado. Tonto de mí le creí y bajé con la escopeta. Fernando padre, ya me advirtió, de que era muy raro ver un conejo mirando al sol. Aún así desenfundé la escopeta. Lo que había escondido en ese pequeño matorral era la cabeza de un conejo, que previamente había desollado, colocada estratégicamente para que pareciera que estaba encamado. Caí como un cazador primerizo. La caza es, sobre todo, pasar buenos momentos.