Por esta época del año, los viñedos están frondosos y espectaculares y conforme avance el verano y vaya madurando la uva más aún y eso que ha llovido relativamente muy poco. Llevamos recogidos apenas 140 litros. Aquí es puro secano y eso se nota en la planta.

Si no se malogra la presente campaña porque las condiciones meteorológicas son imprevisibles y las tormentas acechan por doquier, se espera una excelente cosecha, tanto en kilos como en calidad, que es lo que debe primar siempre frente a la cantidad.

De ahí que Fontanars dels Alforins y el triangulo formado por La Font de la Figuera y Moixent hayan evolucionado desde el punto de vista vitivinícola a pasos agigantados desde la elaboración de vino a granel - no hace demasiado tiempo- a caldos excelentes, que sorprenden al propio Parker, incluso antes de salir al mercado, como es el caso de la última hazaña vinícola del enólogo y bodeguero Pablo Calatayud propietario del Celler del Rore, y su vino Safrá, elaborado con las variedades mandó, que se creía extinguida y produce vinos muy aromáticos y frescos y garnacha tintorera, vinificado en tinajas de barro enterradas para una crianza más natural.

La labor que han hecho los bodegueros de la zona y su apuesta por los vinos de calidad ha tenido finalmente su recompensa y hoy Fontanars dels Alforins como también Moixent o La Font de La Figuera son reconocidos a nivel nacional e internacional y la DO Valencia se abre paso ante una competencia feroz, sin tener que envidiar nada a otras de mayor renombre como Rioja o Ribera del Duero.

Fontanars tiene un paisaje privilegiado. Los viñedos se suceden entremezclados con campos de girasol, olivos, almendros y barbechos en una explosión de luz y colorido.

Falta algo más de un mes para que comience la vendimia. Primero de las uvas blancas y luego de las tintas. Un proceso que se repite años tras año y que no te deja nunca indiferente.

La vendimia es el último proceso, de un periodo largo de trabajo. Es la culminación a casi 9 meses de intenso trabajo en el campo. Desde la poda de la viña en el mes de enero, la labranza o los tratamientos fitosanitarios para prevenir enfermedades como el oídio, la polilla o el mildiu.

Muchos agricultores se han acogido a las ayudas que llegan de Europa para modernizar y hacer rentables sus explotaciones agrícolas, pasando del tradicional vaso a la conducción en espaldera, que facilita y economiza la recolección de la uva, apostando, a la vez, por variedades francesas en detrimento de las autóctonas, que están siendo arrancadas y sustituidas por otras foráneas al no ser rentables.

El mercado manda. Y el consumidor es quien tiene la última palabra. Y hoy por hoy la tendencia es esa. Veremos qué pasa dentro de unos años cuando la demanda y los gustos del consumidor cambien y apunten hacia otro tipo de vinos más singulares, que apuesten por la diferenciación y por el valor del territorio.