Las altas temperaturas y la extrema sequía está propiciando la aparición de numerosos incendios en la Comunidad Valenciana. El último ha sido estos días en el parque natural de la Sierra de Mariola, donde han ardido 10 hectáreas. La rápida actuación ha evitado que tuviera mayores consecuencias.

Bolbaite, Terrateig, Benifairó de les Valls, Tavernes de la Valldigna, Carcaixent, Bocairent, Albaida .... En total más de 3.500 hectáreas calcinadas. Los incendios son el pan nuestro de cada día.

Todos ellos han sido provocados. En unos casos por la quema incontrolada de rastrojos y en otros, por el lanzamiento de una bengala. Ninguno obedece a factores climatológicos, como la caída de un rayo. Todos han sido intencionados.

En primer lugar, urge cambiar la Ley de Montes, que permite recalificar en terrenos calcinados, sin que tengan que transcurrir 30 años, como contemplaba la anterior ley. En segundo lugar, revisar el Código Penal y endurecer las penas contra los pirómanos y los delitos contra el medio ambiente. Y, en tercer lugar, destinar más dinero a la extinción de incendios forestales, si bien este año el Consell ha aumentado la partida un 21% hasta 82 millones de euros.

En verano se dobla la vigilancia en las zonas de más riesgo con innumerables patrullas y brigadas, sin embargo, esto no es suficiente. Si se produce un incendio, no hay forma de pararlo porque el monte está sucio, seco y los cortafuegos no cumplen su función. Por eso es tan importante la prevención. Es más barato a la larga invertir en prevención que destinar medios cuando ya no tiene remedio y el daño ya ha sido causado.

En el incendio de Castellón, donde se calcinaron 1.400 hectáreas había más de 300 personas trabajando en su extinción entre medios terrestres y aéreos. Cuando se propaga el fuego es muy difícil controlarlo por muchos efectivos que se destinen a tal fin.