El PSOE está en una posición difícil, resultados electorales al margen. Por un lado, no quiere con su abstención avalar la política de recortes del PP ni mantener a Mariano Rajoy en La Moncloa.

Por otro lado, un pacto de izquierdas con Podemos y los independentistas es inviable y nefasto para los intereses de España y el PSOE no se va a plegar a las demandas de los separatistas. No lo hizo cuando Pedro Sánchez se presentó a la investidura con los votos de Ciudadanos y no lo va a hacer ahora. Hay una línea roja que sigue siendo infranqueable para los socialistas: la unidad de España.

La presión desde las filas populares y de la formación naranja, después del pacto suscrito entre ambas formaciones, hay que añadir la posición de grandes pesos pesados dentro del socialismo como el ex presidente Felipe González o el ex vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, y otros barones, partidarios de dejar gobernar al PP y que el PSOE se abstenga para que no tengan que repetirse unas nuevas elecciones, dejan al secretario general en una posición difícil y complicada porque todas las miradas se dirigen hacia él como único responsable de que todavía no haya gobierno en España.

Quizá la solución pase por volver a consultar a los afiliados sobre una posible abstención a Mariano Rajoy. El periódico El País ya publicó una encuesta de Metroscopia, según la cual, algo más del 70% de los militantes estaría a favor de esa abstención, a cambio, lógicamente, de implementar reformas.

Si los socialistas fueron capaces de rubricar un acuerdo de 200 medidas con Ciudadanos ¿por qué no van a ser capaces de hacerlo ahora con el PP?

El PSOE tiene una oportunidad de oro para pactar reformas estructurales de gran calado a cambio de esa abstención. Eso en política se llama negociar y pactar. "El no es no", solo nos conduce a unas nuevas elecciones y a un futuro incierto.