El señor Pablo Iglesias es un auténtico peligro para la democracia de este país, como lo son todos los populismos.

Su estrategia de tender la mano ahora al PSOE para buscar un acuerdo de legislatura entre las fuerzas progresistas y que no propuso realmente cuando tuvo oportunidad de hacerlo y la aritmética parlamentaria lo hacía posible, votando en contra de la investidura de Pedro Sánchez, demuestran el carisma de este personaje de la nueva política, trufado de los mismos defectos y tics que la vieja política. Su intención no era otra que fagocitar al PSOE. y convertirse en el líder de la izquierda. Lo mismo que ha hecho, aunque esta vez con éxito, con IU.

Ha pasado del comunismo más combativo y visceral, basta echar un vistazo a la hemeroteca para escuchar su pensamiento totalitario, a querer colgarse la etiqueta de socialdemócrata. La socialdemocracia no defiende ninguna dictadura ni son antisistemas por definición. Ustedes, sí.

La socialdemocracia allí donde ha gobernado ha traído prosperidad, justicia social y calidad de vida a sus gentes. El comunismo, no.

El modelo Syriza, donde para el señor Pablo Iglesias y sus acólitos empezaba el cambio en Europa y por extensión en España, ha fracasado rotundamente. Grecia es hoy un país al borde de la bancarrota. Las promesas que hizo Alexis Tsipras al pueblo heleno no se ha cumplido ninguna y las condiciones de vida de los griegos son mucho peores ahora que antes. Es el mismo populismo falaz que encumbró a Podemos.

Su soberbia y su inquina personal le han privado de toda credibilidad, incluso, entre sus adláteres más fieles, que lo encumbraron al Olimpo de los dioses. O, al menos, eso creía él.