Hace mucho tiempo que la ex alcaldesa de Valencia , Rita Barberá debería haber dejado su acta de senadora y tendría que haberse dado de baja en el PP, esto es incuestionable, pero de ahí a machacarla política y personalmente hay un buen trecho.

Este país es así de pintoresco y de cruel. Igual te encumbran a los cielos que te bajan a los infiernos. Pasas de tener amigos, dinero, estatus y poder, a ser una auténtica escoria a la que nadie quiere y desprecian. Ni siquiera los que antes te doraban la píldora y ponían la mano en el fuego, aún a riesgo de quemarse.

Vaya por delante que no tengo ninguna simpatía personal ni afinidad política con doña Rita Barberá, pero me parece excesivo e injusto el acoso mediático que se está ejerciendo sobre ella. No respetamos ya ni siquiera el ámbito privado, al cual, los personajes públicos también tienen derecho como cualquier otro ciudadano.

Corresponde a los jueces dilucidar si hubo blanqueo de capitales y, en consecuencia, la responsabilidad penal, de la señora Barberá, si la hubiera, en todo este entramado de corrupción que salpica al PP por doquier , pero los juicios políticos paralelos nunca son buenos y el principio de presunción de inocencia, que es un derecho consagrado en nuestro ordenamiento jurídico, debe ser igual para todos, también para Rita Barberá por muchos indicios que haya sobre ella y sobre toda la cúpula del PP valenciano. Vuelvo a repetir que corresponde a los jueces pronunciarse y dictar sentencias y no a los políticos, cuya labor es otra bien distinta.

La todavía senadora ha sido objeto de toda clase de mofas, algunas de dudoso gusto. También de amenazas de muerte como ella misma ha denunciado.

Rita, ya ha sido declarada culpable antes de ser imputada y antes, incluso, de que se haya celebrado el juicio oral. Barberá, sostiene, equivocadamente, desde mi modesto punto de vista, que dimitir de senadora sería reconocer su culpabilidad. Creo, honestamente que se equivoca. Dimitir en política debería ser algo normal. Aferrarse a un cargo público, que pagamos todos los ciudadanos, cuando hay una mínima sombra de duda sobre la gestión de un mandatario público es un auténtico dislate.

Estos días he escuchado a líderes del PSOE defender a ultranza a Griñán y a Chaves, arremeter sin piedad contra Rita Barberá, exigiéndole que entregue su acta como senadora, cuando los antiguos presidentes de la Junta de Andalucía tardaron años en renunciar a sus escaños, pese a estar imputados. La fiscalía pide para cada uno de ellos 6 años de cárcel y 10 años de inhabilitación, respectivamente, por el escándalo de los ERE en Andalucía. No digo tampoco que ambos casos sean comparables porque el fraude de los ERE en Andalucía asciende a más de 1.400 millones de euros y a Rita Barberá se la va a juzgar por entregar 1.000 euros al partido. Pero es más que obvio, que hay una doble vara de medir, según el presunto corrupto esté en un partido o en otro. En el caso de los líderes socialistas todos apelan a la inocencia de Griñán y Chaves y que finalmente serán absueltos. Aquí, sin embargo, ya hay una condenada.